Entre las muchas tonterías que han salido de la boca del presidente americano, una se refería al IVA europeo calificándolo de impuesto que gravaba injustamente a las empresas norteamericanas. El presidente más ignorante de la historia de Estados Unidos (y gran parte del mundo) no entendía que el IVA no era un castigo específico a algunas empresas (y menos por ser norteamericanas) sino un impuesto general sobre la venta de bienes y servicios, cuya cuantía puede variar según tramos de un Estado a otro, pero su aplicación es general en todos ellos. En Estados Unidos no existe un impuesto similar a nivel federal. Las ‘sale tax’ se imponen a nivel estatal y suponen normalmente el 7,5% de la base imponible. El impuesto federal por antonomasia es el de la renta, equivalente a nuestro IRPF, pero se mueve en una banda mucho más estrecha, del 10 al 37% como tope.