El arzobispo de Madrid, el cardenal José Cobo, anima a los fieles a caminar con esperanza renovada en su Carta Pastoral con motivo del inicio de curso. En la misiva, el titular de la archidiócesis invita a la Iglesia madrileña a “seguir construyendo una comunidad en misión, en medio de nuestra realidad social, siendo testigos de la 'Esperanza que no defrauda”. A lo largo de la Carta Pastoral, el cardenal Cobo hace referencia a los retos de los próximos meses, como la implantación del catecumenado de adultos, la formación del laicado o el impulso de la pastoral juvenil y vocacional, entre otras cuestiones. En la primera parte de su carta, el arzobispo de Madrid destaca que el curso no debe verse únicamente como el regreso a las rutinas, sino como una ocasión para renovar la mirada cristiana sobre la realidad. “Cada inicio nos recuerda que Dios nos abre caminos nuevos, incluso en medio de las dificultades”, ha apuntado. José Cobo insiste en que la clave está en mantener viva la esperanza, pero no como una ilusión ingenua, sino como una certeza que brota de la fe. A su juicio, la educación cristiana está llamada a “despertar la confianza, formar en la responsabilidad y enseñar a vivir en libertad”. Para ello, pide a los educadores y catequistas que transmitan no solo conocimientos, sino sobre todo actitudes que ayuden a los alumnos a crecer como personas y creyentes. En la Carta Pastoral de este inicio de curso, el arzobispo de Madrid invita a las familias, comunidades parroquiales y centros educativas a reforzar la colaboración, haciendo hincapié en que la misión de educar no puede recaer en un único ámbito, sino que requiere la implicación de toda la sociedad y, en particular, de la Iglesia. “Padres, profesores, sacerdotes y catequistas compartimos la misma responsabilidad: acompañar a los jóvenes en su camino de crecimiento”, subraya. En este sentido, advierte del riesgo de que la educación se fragmente o quede reducida a aspectos técnicos, olvidando la formación integral de la persona. En este punto, Cobo defiende que la escuela católica debe ser un espacio abierto, inclusivo y orientado al servicio. “Queremos que nuestros colegios sean lugares donde se respire fraternidad, donde nadie se sienta excluido y donde el Evangelio ilumine las relaciones cotidianas”, ha remarcado. No se ha olvidado en su misiva de los niños y adolescentes, destacando el contexto de incertidumbre en el que muchos de ellos viven como consecuencia de las tensiones sociales, las redes o la falta de horizontes claros. Ante esa situación, propone que la Iglesia ofrezca “espacios de escucha, diálogo y discernimiento”, donde los jóvenes puedan expresar sus inquietudes y encontrar referentes de vida. El cardenal Cobo subraya que educar hoy significa también “cuidar la esperanza de quienes a veces se sienten perdidos o desorientados”. Para ello, pide a los educadores paciencia, cercanía y coherencia: “Los jóvenes necesitan adultos que sean testigos creíbles, no solo transmisores de contenidos”. Uno de los aspectos que ha querido destacar el titular de la archidiócesis de Madrid ha sido el proceso sinodal en el que se encuentra inmerso la Iglesia, señalando que no es un simple eslogan, sino el estilo que debe impregnar la vida de las comunidades educativas y pastorales. “Estamos llamados a caminar juntos, a escucharnos y a discernir lo que el Espíritu pide hoy a la Iglesia de Madrid”, afirma. Al mismo tiempo, anima a vivir la dimensión misionera de la fe: “No podemos encerrarnos en nuestras instituciones; hemos de salir al encuentro de quienes no conocen el Evangelio, de quienes se sienten alejados o descartados”. La educación, insiste Cobo, es uno de los caminos privilegiados para tender puentes y anunciar la Buena Noticia. José Cobo también ha planteado los desafíos que afronta la educación hoy, como la secularización o los peligros de un sistema que prioriza la competitividad sobre la cooperación. Ante ello, Cobo anima a no caer en el desánimo, sino a redescubrir el valor de la misión educativa como un servicio al bien común. En su opinión, los colegios y parroquias de Madrid deben ser laboratorios de esperanza: lugares donde se aprenda a vivir la fraternidad, la justicia y el cuidado de la creación. “La escuela católica no puede limitarse a transmitir conocimientos; ha de ser un espacio donde los jóvenes descubran el sentido de la vida y la alegría de la fe”, ha subrayado.