El gobierno británico ha difundido por primera vez unas tablas de clasificación que evalúan el rendimiento de los 'trusts' del Servicio Nacional de Salud (NHS) en Inglaterra, con un resultado alarmante: cuatro de cada cinco hospitales generales han sido considerados «fuera de rumbo» en relación con los objetivos de asistencia o en situación de déficit financiero. Los datos, publicados por el ministerio de Sanidad, se enmarcan en el plan del ministro, Wes Streeting, para reformar un sistema marcado por largas listas de espera , problemas estructurales y crecientes tensiones presupuestarias. Cabe destacar que en el sistema sanitario británico, los hospitales no se gestionan de manera individual como en España, sino que se agrupan en organizaciones llamadas 'NHS Trusts', entidades públicas que administran uno o varios centros hospitalarios o servicios, con cierta autonomía de gestión pero financiadas por el Estado. En total, se evaluaron 205 'NHS Trusts' de distintos tipos (hospitales generales, especializados, de salud mental , comunitarios y de ambulancias), y de los 134 «acute hospital trusts», los hospitales generales evaluados, un total de 107, equivalentes al 80%, quedaron ubicados en los segmentos tres o cuatro de la clasificación, categorías reservadas a los centros con desviaciones relevantes respecto a los estándares fijados o con dificultades económicas severas. Los últimos puestos los ocupan hospitales con problemas graves y notoriedad reciente por escándalos o deficiencias. El Queen Elizabeth Hospital de King's Lynn, en Norfolk, figura en la última posición con un 3,35, aquejado de fallos estructurales tan serios que ha debido apuntalar sus techos para evitar colapsos, mientras que el penúltimo puesto recae en el Countess of Chester Hospital, donde el mes pasado la Care Quality Commission calificó de «inadecuado» el servicio de urgencias y que, además, se ha visto envuelto en la investigación judicial por los asesinatos de bebés cometidos por la enfermera Lucy Letby . El esquema de clasificación valora hasta 30 indicadores, que van desde los tiempos de espera en urgencias, operaciones y diagnósticos oncológicos, hasta la situación financiera y la experiencia declarada por los pacientes. Los resultados se agrupan en cuatro segmentos: el primero reúne a los rendimientos más sólidos, mientras que el cuarto refleja a los trusts sustancialmente desviados de los objetivos en varias áreas. Una norma específica impide a cualquier hospital con déficit presupuestario ascender a los segmentos superiores, incluso si su atención clínica es buena. El ministro Streeting defendió la iniciativa al afirmar que su compromiso es ser «honesto y transparente sobre el estado del NHS». En declaraciones a la BBC, añadió que los nuevos datos permitirán a los ciudadanos «ejercer una elección informada» y al mismo tiempo le ayudarán a exigir responsabilidades a los líderes sanitarios. Las diferencias regionales se han puesto de relieve en la clasificación. Más de la mitad de los 20 hospitales generales peor situados se localizan en el norte de Inglaterra, mientras que Londres concentra a los mejor clasificados. También se observa una brecha entre áreas rurales y urbanas, particularmente en los servicios de ambulancias: los de las regiones del Este, el Suroeste y la Costa Sur figuran entre los más deficientes, condicionados por mayores distancias y dispersión geográfica. Los 'trusts' mejor valorados recibirán mayor libertad para decidir sobre sus presupuestos y podrán usar cualquier superávit en inversiones locales. Por el contrario, los peor clasificados quedarán bajo mayor control, recibirán asistencia técnica adicional y verán congelados o reducidos los salarios de sus directivos. Los responsables de los mejores 'trusts' podrán acceder a incentivos temporales de hasta un 15% para asumir la gestión de centros en dificultades. Las reacciones no se han hecho esperar. Daniel Elkeles, director ejecutivo de NHS Providers, la organización que defiende los intereses de los más de 200 'trusts' que forman el núcleo operativo del NHS y que actúa como interlocutor con el gobierno y el Parlamento británico en temas de financiación, gobernanza y regulación, afirmó que «para que las tablas realmente eleven los estándares, reduzcan las variaciones en la atención y aumenten la transparencia, deben medir las cosas correctas, basarse en datos claros y objetivos y evitar evaluar lo que no está bajo el control directo de los proveedores». En su opinión, lo contrario podría generar «consecuencias no deseadas» que minen la confianza de los pacientes en sus servicios locales. Thea Stein, directora ejecutiva del Nuffield Trust, un «think tank» independiente que investiga y analiza el sistema de salud para proponer mejoras basadas en evidencia, coincidió en que el peso otorgado a las finanzas resta utilidad a la clasificación para quienes buscan elegir hospital, al afirmar que «existe el riesgo de que los 'trusts' se centren únicamente en los indicadores que mejoran su posición en la tabla, aunque ello no sea lo mejor para los pacientes». Danielle Jefferies, analista de la organización King's Fund, sostuvo a su vez que «un único ranking no puede ofrecer al público una comprensión significativa de lo bueno o malo que es un hospital», y recordó que la calidad asistencial suele variar incluso dentro de un mismo 'trust' que gestiona varios centros. La publicación de estas tablas, que serán actualizadas cada tres meses, revive un modelo que recuerda al sistema de estrellas implantado entre 2001 y 2005 bajo el gobierno de Tony Blair y suprimido en el 2010. El gobierno insiste en que ahora se busca transparencia y rendición de cuentas, pero la magnitud del dato, con cuatro de cada cinco hospitales suspendiendo en los parámetros oficiales, abre un debate sobre si la exposición pública de los fallos contribuirá a mejorar el sistema o, por el contrario, acentuará la desconfianza en un servicio que continúa bajo una enorme presión también en otras áreas, como la atención primaria, donde la situación también es crítica: en promedio, dos consultorios de médicos de cabecera (GP surgeries) cierran cada semana en Inglaterra, un fenómeno que ha reducido drásticamente el acceso a la atención básica.