Valbuena: "aunque el actual desaparezca, siempre habrá un equipo blanquinegro en Badajoz"

El Club Deportivo Badajoz se encuentra al borde del abismo. La imposibilidad de inscribir jugadores, las exigentes peticiones de documentación de la FIFA y la espada de Damocles de una descalificación que lleve a su desaparición han sumido a la entidad blanquinegra en la peor crisis de su historia reciente. En este escenario de incertidumbre y angustia, buscamos la voz de la experiencia, la de quien una vez lo refundó con poco más que ilusión, se alza con lucidez y una profunda tristeza. Fernando Valbuena, presidente durante los años fundacionales del proyecto en Regional, analiza con COPE la situación de un club al que ve víctima de un modelo erróneo y de una "lotería" que no ha tocado. Frente a la complejidad de los papeles de la FIFA y las deudas millonarias, Valbuena evoca con nostalgia una época más simple pero infinitamente más pura. Su etapa al frente del club, en los campos de tierra de Regional Preferente, brilla ahora con una luz especial. "Cuando todo era relativamente sencillo", recuerda, era una época en la que "con nuestros propios medios, con nuestros pocos euros, podíamos mantener el club sin tener que pedir nada a nadie". Aquel proyecto se basaba en la entrega desinteresada de gente como el utillero Pichi o Fidel, que lo hacían "todo por nada", movidos solo por el amor a los colores. Era la esencia del fútbol modesto, donde figuras como el goleador David Gascón, 'Copito', y la dirección técnica de Víctor López eran las estrellas de un equipo que, aunque lejos de la gloria profesional, era dueño de su propio destino. Valbuena no duda en señalar el origen del mal: la decisión de los socios de vender el club a inversores externos. Lo define como "vender su alma al diablo". Con amarga clarividencia, explica que la afición, en su desesperación por ascender, optó de buena fe por "comprar un boleto de lotería" con el patrimonio del club. "La mayor parte creímos que estos inversores (…) nos iban a llevar a categorías superiores", admite, pero la realidad ha demostrado que era un espejismo. Él fue uno de los apenas 23 socios que votaron en contra de aquella venta, defendiendo un modelo de propiedad colectiva, aunque el camino fuera más largo. Ahora, los aficionados son "testigos absolutamente ajenos a la gestión" y el club está en manos de quienes, a su juicio, viven "al borde del delito". Sobre la catadura de los distintos propietarios que han pasado por el club desde entonces, el expresidente es contundente y duro. Su crítica no deja lugar a dudas: "No voy a decir que sean delincuentes, pero son 'paradelincuentes', porque viven todos al límite. Entre lo legal, lo ilegal... al borde del delito". Esta afirmación, grave y directa, refleja su total desconfianza hacia un perfil de inversor que, según su visión, busca más un capricho o una oportunidad que un proyecto deportivo serio y sostenible. Su pesimismo sobre el desenlace es palpable: "Tiene toda la pinta. (…) antes o después, más bien antes, este club desaparecerá". Para Valbuena, la gran tragedia va más allá de la deuda económica; es la pérdida de la identidad. Recuerda con orgullo que, tras la refundación, el club era "propiedad de sus abonados". Cada decisión, por dura que fuera, dependía de la voluntad de su gente. Hoy, en cambio, esa conexión se ha roto. "Los aficionados son testigos absolutamente ajenos a la gestión del club", se lamenta. Aquella "libertad" que tanto añora de su época se ha esfumado, sustituida por la zozobra de depender de unos amos cuyo compromiso con Badajoz siempre puso en tela de juicio. A pesar del panorama desolador, el mensaje final de Fernando Valbuena es de esperanza. No en los actuales dueños, sino en la fuerza inquebrantable de la afición blanquinegra. Su convicción es firme: "Que tengan la esperanza de que pase lo que pase esta temporada, continúe el club o no continúe, antes o después, siempre habrá un grupo de aficionados que vuelvan a sacar la bandera del club y el club seguirá compitiendo". Es un llamamiento a la resiliencia, a entender la crisis actual como un "mal paso" que hay que "afrontar, asumir y mirar hacia adelante". Su fe reside en que la esencia del club trasciende a cualquier propietario o categoría. La historia del CD Badajoz no se escribe solo en los despachos de la FIFA o en las cuentas bancarias. Se escribe en el corazón de una ciudad que ha vivido y sufrido por su equipo. Valbuena, como revolucionario romántico que se confiesa, lo sabe mejor que nadie. Por eso, su crónica no es solo una crítica, sino un homenaje a ese sentimiento que ni la peor de las gestiones puede extinguir. Pase lo que pase en los próximos días, su testimonio perdura como un recordatorio de que, en el fútbol, lo único realmente imprescindible no es el dinero, sino la pasión de quienes, cuando todo se derrumba, siempre estarán dispuestos a enarbolar de nuevo la bandera blanquinegra en el Nuevo Vivero.