"Mi hijo tiene ocho años y sigue haciéndose pis de noche, ¿es normal?"

Respondemos a la pregunta de una madre a través del consultorio de Nidos con la ayuda de tres expertas Cada cuánto deberías llamar a tu hijo, según dos psicólogos: “Hay que saber pararse en el punto exacto para no invadir” Mi hijo tiene casi ocho años. Es un niño sano y funcional, que ha ido alcanzando los hitos de desarrollo dentro de lo normal. Pero hasta ahora no ha logrado controlar el pis de noche, tiene unos dos o tres escapes semanales. ¿Es normal? ¿Cómo podemos ayudarle? Leticia — lectora de elDiario.es El control de esfínteres es un proceso madurativo a través del cual niños y niñas van aprendiendo, con sus propios ritmos, a hacer pis y caca en el momento y en el lugar adecuados. Suele empezar en torno a los dos años y se considera normal hasta los cinco años, tal y como avalan diferentes estudios, expertas y la Asociación Española de Pediatría. La tabla de desarrollo de Haizea-Llevant , citada por numerosos pediatras y asociaciones profesionales, establece las franjas de edad a las que niños y niñas suelen estar preparados para controlarlo: un 50% de ellos dejan el pañal a los dos años y medio; un 75% a los tres años y un 95% a los tres años y medio. A partir de los cinco años, los escapes de pis se denominan técnicamente enuresis , y pueden tener distintas causas –médicas, psicológicas o de rutinas–. Aunque algunas expertas apuntan que la consolidación del control nocturno puede alargarse más, entre los seis y siete años. La pediatra de atención primaria Teresa Escudero hace hincapié en el hecho de que se trata de un proceso, no de un momento determinado en el que niños y niñas empiecen a utilizar el baño. “Como todo hito, es un proceso de maduración físico y psicológico. Los niños y niñas necesitan que se respeten sus ritmos”, aclara de entrada. Sin embargo, sí considera que con casi ocho años habría que empezar a analizar qué puede estar pasando para que un niño no controle el pis de noche. Escudero pide más información para poder resolver la pregunta de Leticia: “Como pediatra me faltarían datos y contexto. ¿Es un niño nacido a término o prematuro? ¿Otros hitos madurativos se han conseguido en su tiempo, con retraso, adelantados...? ¿Qué se ha hecho hasta ahora para el control de esfínteres? ¿Hay algunas noches en las que controle, y qué es diferente esas noches? ¿Hay escapes durante el día o sólo de noche?”. La madre resuelve esas dudas: “Es un niño nacido a término, ha conseguido todos los hitos en tiempos normales pero es cierto que en el control de esfínteres ha ido lento. Entró al colegio con tres años con pañal, consiguió controlar esfínteres durante el día en torno a los cuatro. A los cinco, pidió empezar a dormir sin pañal, aunque todas las mañanas estaba lleno de pis. Poco a poco fue controlándolo pero todavía tenemos esos escapes semanales”. Con esa información, Escudero recomienda fijarse en diferentes variables: “En principio, el control de esfínteres es un proceso que en la mayoría de los niños y niñas termina alrededor de los cinco años, con lo cual el hecho de que haya escapes a los ocho años nos podría hacer sospechar de alguna patología; la más habitual es la alteración de la producción de ADH, la hormona antidiurética. Pero hay muchas alteraciones del control de esfínteres que tienen que ver con la gestión emocional, y a esas edades no es extraño que conflictos emocionales, problemas en el colegio, etc, den lugar a escapes nocturnos”. Así que lo primero que recomienda es investigar si ha habido algún tipo de cambio a esos niveles. Muchas alteraciones del control de esfínteres tienen que ver con la gestión emocional, y a esas edades no es extraño que conflictos emocionales, problemas en el colegio, etc, den lugar a escapes nocturnos Teresa Escudero — pediatra de atención primaria También apunta a otras estrategias y rutinas para consolidar el control nocturno: “Observar las noches secas es fundamental: una señal clara de que la criatura está lista es cuando despierta varias mañanas con el pañal seco. Si no es así, quizás habría que renegociar el hecho de dormir con pañal y explicarle que no pasa nada. Además se pueden limitar los líquidos justo antes de dormir, asegurándonos de que beba suficiente agua durante el día, pero reduciendo la ingesta de líquidos en las dos horas previas a acostarse. También hay que establecer una rutina para ir al baño antes de dormir, para asegurarse de que su vejiga esté vacía al iniciar la noche. Y recomiendo poner un protector al colchón, ya que durante el proceso de transición, es probable que ocurran escapes, y el protector facilita la limpieza en caso de que ocurran”, indica la pediatra. Enfoque educativo y psicológico Además del abordaje pediátrico, es importante tener en cuenta otras perspectivas para entender el proceso del control de esfínteres desde distintos ángulos. Pilar García Sanz es educadora, experta en control de esfínteres. Es coordinadora pedagógica de las escuelas infantiles públicas Margarita Salas y Las Nubes, en Madrid. Y desde hace años imparte cursos de formación para familias y profesionales sobre control de esfínteres respetuoso. Para ella es importante explicar que el control de esfínteres es “un proceso madurativo que no es fácil para los niños y niñas, y necesita tiempo”. “Es imprescindible respetar el proceso personal de cada niño o niña, porque de no ser así podríamos entorpecer la maduración. Y como cualquier otra conquista del desarrollo, no es un proceso lineal, puede tener avances y retrocesos que también hay que respetar”, aclara García. En este proceso, hay una serie de variables que hay que tener en cuenta, y que tienen que ver con la maduración a tres niveles diferentes: “Para conseguir el control de esfínteres, el niño o niña necesita maduración neurológica, del sistema nervioso; maduración fisiológica de los órganos de micción y defecación (músculos del suelo pélvico, vejiga, uretra, recto, útero, vagina, etc.) y maduración psicológica y emocional”, explica la educadora. Ella sitúa las referencias temporales en el tercer año de vida: “Antes de los tres años estos procesos no se completan, y los expertos consideran que puede durar hasta los seis o siete años”, afirma. Por eso, en el caso concreto de la pregunta de este consultorio, la educadora recomienda algunas estrategias específicas para el control de pis nocturno: abordarlo siempre “preguntando y explicándoselo al niño o niña, y en un momento no coincidente con otros cambios” (inicio de curso, nacimiento de un hermano, cambio de casa, etc.); acompañar de manera respetuosa y tranquila, “celebrando moderadamente cuando se consiguen los objetivos pero sin castigar o avergonzar si hay escapes”; y utilizar “ropa cómoda” que facilite su autonomía (pijamas o ropa interior fáciles de subir y bajar para ir al baño). La psicóloga sanitaria Grecia de Jesús, especializada en infancia en la clínica que dirige, pone el foco en las posibles causas psicológicas: “Vivir en un entorno familiar o escolar tenso o inseguro, cambios vitales bruscos (una mudanza, una separación, la llegada de un hermano) o la falta de acompañamiento cariñoso durante el proceso pueden aumentar la frecuencia de los escapes”, asegura. Ella también sitúa la barrera del desarrollo “normal” en torno a los seis o siete años, por lo que recomienda consultar con especialistas cuando a los ocho no se ha conseguido el control de esfínteres. El niño necesita sentir seguridad, apoyo y comprensión, ya que la enuresis [la falta de control de orina] no es voluntaria Grecia de Jesús — psicóloga “El niño necesita sentir seguridad, apoyo y comprensión, ya que la enuresis [la falta de control de orina] no es voluntaria”, asegura la psicóloga. Coincide con la pediatra en las estrategias generales para conseguir controlar el pis nocturno, como evitar los líquidos antes de dormir y establecer rutinas para ir al baño, y apunta además otras herramientas: “Debemos reforzar positivamente los logros sin forzar ni acelerar, ya que aumenta la ansiedad y la sensación de fracaso. Estrategias dañinas como ridiculizar, castigar o comparar con otros niños deben evitarse. Lo más eficaz es acompañar con paciencia, validar sus emociones y reforzar cada pequeño avance”, asegura. Si hace falta, la psicóloga también apunta otras dos posibilidades: “Pueden utilizarse dispositivos de alarma, sensores que despiertan al niño ante los primeros signos de humedad; y también puede aplicarse la técnica de sobrecorrección, que el propio niño colabore en cambiar las sábanas o el pijama, siempre desde el cariño y sin transmitir culpa”, recomienda la psicóloga. Perspectiva de género y adultocentrista Una de las variables a tener en cuenta es si los niños tardan más en alcanzar el control de esfínteres que las niñas. ¿Es esto un mito o está respaldado por la evidencia científica? La pediatra Teresa Escudero lo explica así: “Aunque es difícil encontrar evidencia científica como tal, cualquier médico que haya atendido niños y niñas ha observado que las niñas lo adquieren antes que los niños”. “En la mayoría de webs oficiales se habla de esta evidencia clínica y se asocia con la maduración emocional más temprana en niñas. Mi hipótesis como pediatra es que hay dos cosas: una, que nuestra uretra es más corta y en seguida sentimos que si se sale el pis nos mojamos, y eso facilita relacionar ‘ganas de pis’ con ‘mojado’; y dos, la diferente socialización de las niñas, un tema de género que nos obliga a esa maduración emocional más temprana”, asegura. La pediatra concluye con una afirmación general, que repite en varias ocasiones: “Nosotras, las personas adultas, ponemos el pañal para nuestra comodidad, qué menos que acompañar a nuestras criaturas para dejarlo sin estrés y sin imposiciones. Hay que tener en cuenta que esto es un proceso de aprendizaje y no un interruptor que la criatura pueda encender de un día para otro”, afirma.