El próximo martes se cumplirán cuatro meses de la muerte de Jaime Miquel , un sabio insobornable ( ver aquí ). Lo echamos de menos quienes intentamos (sin éxito seguramente) analizar la complejísima realidad política atendiendo a los hechos y no a las consignas, procurando indagar en esos movimientos de fondo que a menudo pasan inadvertidos a los radares de la industria mediática y partidista, condicionada por intereses económicos de mayor enjundia. ¿Qué diría Jaime ante esta España incendiada en todos los sentidos ( ver aquí )? No cometeré la osadía de elucubrar sobre un análisis ya imposible, que además estaría basado en los números electorales que calcularía (provincia a provincia) como consecuencia de acontecimientos sociales concretos y acciones políticas de respuesta . Pero me consta que están sucediendo cosas importantes ya vislumbradas por Jaime a medida que la ola reaccionaria global sacudía las costuras de este país mientras la izquierda afrontaba por enésima vez su tendencia vivípara y melancólica a pesar de una hoja de servicios de gestión (especialmente en la economía) envidiada por el resto de Occidente. Esta semana hemos conocido el último sondeo electoral de 40dB para El País y la Cadena SER ( ver aquí ), cuyo dato más destacable es que el PP obtiene el peor resultado desde las elecciones de 2023 mientras Vox se dispara y crece cinco puntos respecto a esas generales y se sitúa ya en el 17,4%. Se lleva Abascal casi un 18% de los votantes de Feijóo. Reproduzco un párrafo del último análisis electoral de Miquel, publicado en infoLibre, sobre los datos brutos del barómetro del CIS de ese mes, cuando Vox estaba en el 14,5%: “El mensaje para el PP es contundente: os está fallando la estrategia, si es que la tenéis , porque estáis cediendo a Vox medio millón de votos netos y Abascal ya es preferido a Feijóo en la mitad más joven del censo electoral” ( ver aquí ). Siguió Jaime haciendo sus cálculos incluso cuando ya estaba hospitalizado: “Jesús, Vox va lanzado en pocos meses al 18% de los votos, y llegará a rondar el 20% . Y el PP sigue sin enterarse de que este país necesita una derecha democrática, no un zombie que va dando palos como un mono loco sin que nadie sepa adónde se dirige”. Una vez más Miquel clavaba el pronóstico, al menos hasta donde conocemos a día de hoy. Por medio ha continuado funcionando a pleno ritmo el entramado que congrega en un mismo objetivo a las derechas políticas, económicas, mediáticas y judiciales . En palabras del ínclito Miguel Tellado : “Tenemos la obligación de echar a Sánchez del Gobierno (...) Y lo vamos a hacer con todos los medios a nuestro alcance” ( ver aquí ). No lo consiguieron –como esperaban– a principios del verano tras el estallido del caso Cerdán, pero siguen intentándolo, incluso elevando la apuesta y marcando para el presidente del Gobierno el camino de la cárcel: lo proclamó Aznar en el Congreso del PP y lo ha lanzado este mismo miércoles Feijóo en la sesión de control, después de varios hitos recientes en la estrategia antisistema a la que se ha entregado el líder de la oposición. Mientras tanto, Pedro Sánchez parece decidido (así lo reitera en cada intervención pública) a resistir con Presupuestos o sin ellos hasta 2027, haciendo caso quizás al consejo que Miquel escribía en su último artículo publicado: “Hay que aprovechar las elecciones autonómicas y municipales del 2027 para recuperar territorios y mejorar la sensación social de éxito de la izquierda”. Intenta el Gobierno seguir sacando adelante iniciativas de calado social, como la que este miércoles se votaba en el Congreso, la reducción de la jornada laboral . Hay votaciones que se ganan perdiendo, y que todo el mundo sabe que en algún momento se aprobarán. Esta es una de esas medidas que ponen a cada partido político ante el espejo de sus electores y ante las presiones de los intereses económico-empresariales a los que obedece. Por eso PP y Vox la han rechazado, pese a que solo el 25% y el 29% de sus votantes se oponen. O Junts, que ha hecho fracasar la aprobación pese a que un 72% de su electorado está a favor . Ni siquiera han tenido los de Puigdemont la deferencia de permitir la tramitación e intentar “mejorar” el texto en lo que fuera posible. No, se han alineado con Feijóo y Abascal para mantener una enmienda a la totalidad, con argumentos verdaderamente peregrinos. Hacen bien las izquierdas y los sindicatos en mantener la antorcha y seguir intentando plasmar en legislación lo que es un clamor en la sociedad (y que ya se aplica en numerosos sectores de la economía). Lo cierto es que se está cumpliendo al milímetro la convicción ya lejana de que las derechas no pararán hasta conseguir el objetivo de tumbar al Gobierno que salió de las urnas y de una mayoría parlamentaria fraccionada, de izquierdas y de nacionalistas de derechas. ¿Complicada y débil? Mucho. ¿Legítima y reflejo de la realidad plurinacional de este país? Totalmente. La pregunta urgente, entonces, más allá de seguir esquivando cada día las balas judiciales y mediáticas, es qué pueden hacer las fuerzas progresistas democráticas ante el terremoto reaccionario que sufre Occidente y que se replica en España, con epicentro en Madrid . Uno piensa (como pensaba también Jaime Miquel) que la única forma de que pueda continuar un gobierno de progreso respaldado por una mayoría electoral suficiente es que el espacio que ahora ocupa Sumar aborde una profunda renovación en fondo y forma, de discurso y liderazgo. Si finalmente el proceso acabara en unidad con Podemos, ahora mismo fortalecido por la debilidad evidente de Sumar, mejor a la hora de afrontar los efectos de la ley electoral y el reparto de escaños . Si no, lo fundamental es que se logre remotivar y sacar de la frustración y la decepción a más de un millón de votantes. Y eso sólo se puede conseguir situando en la prioridad absoluta las soluciones a problemas clave como la vivienda; confrontando con valentía la manipulación que las derechas hacen del fenómeno migratorio; defendiendo sin complejos la realidad de una España plurinacional avanzando desde el federalismo en una gestión descentralizada y eficaz puesta en solfa por la desastrosa gestión que las administraciones del PP han ejecutado ante la dana o los incendios; y demostrando que se abordan todas las medidas posibles contra el Gobierno genocida de Israel. Hasta el final, empujando al resto de Europa y manteniendo cada día la denuncia de los crímenes de lesa humanidad cometidos en Gaza a la vista de todo el mundo (excepto de Díaz Ayuso, Almeida, Feijóo según el día y Boadella, por si faltaba una nota artística). “El norte es evitar la barbarie en España, esto es, un gobierno de PP y Vox”, escribía Miquel en febrero. Y lo veía factible sin que la izquierda se dedique a gritar "que viene el lobo". El lobo ya está aquí y se ha manifestado en las fiestas veraniegas al grito tan cívico y democrático de “¡Pedro Sánchez, hijo de puta!” . Yo entonces me resistía a definirlos como “bárbaros”, pero viendo al mismísimo líder de la oposición jaleando esa violencia verbal (a riesgo de trasladarla a episodios de violencia física), quedan pocas dudas. Por tanto hay que actuar sin complejos y con eficacia , avergonzar a los bárbaros, luchar pacíficamente desde el activismo cívico y democrático frente a quienes han dejado de respetar la legitimidad y hasta la humanidad del adversario. Creo (siguiendo el legado de Jaime y sus estudios del “mercado electoral) que ese es el camino, y no el que apuntaba hace unos días en El País Ignacio Sánchez-Cuenca, uno de los politólogos más inteligentes y honestos del campo de la investigación sociológica en España. Desde el máximo respeto y afecto, no alcanzo a entender que en estas circunstancias deba plantearse el PSOE la posibilidad de “ofrecer algún entendimiento al PP para que no dependa de Vox y gobierne en solitario” ( ver aquí ) en el caso de que las urnas refrendaran la mayoría absoluta de las derechas que hoy señalan las encuestas. Si compartimos que “el sistema democrático entra en riesgo cuando los conservadores no logran frenar a la derecha autoritaria y se ven arrastrados por ella”, toda la presión habría que ponerla en el propio PP, que debería decidir si quiere ser una formación conservadora nítidamente demócrata (lo que implica ser antifascista, respetar las mayorías parlamentarias y no dedicarse a deslegitimar y deshumanizar a los adversarios). Me parece que no sería práctico, ni tampoco justo ni conveniente en términos democráticos que, una vez más, se acepte como un fenómeno meteorológico que la crispación se acaba cuando gobiernan las derechas o que los pactos de Estado solo son posibles con la socialdemocracia en la oposición. Hablar de “ese asunto” que plantea Sánchez-Cuenca sería blanquear a un PP ya instalado en la “barbarie”, y supondría una gran alegría para los Felipes, Cebrianes, Savateres, banqueros, grandes empresarios… que llevan siete años machacando al Gobierno progresista y dando la matraca con la necesidad de que el PSOE facilite el “paso alegre” del PP. Y, en cualquier caso, plantear ahora ese supuesto “dilema” equivaldría a entregar el poder, vía urnas y abstenciones parlamentarias, a quienes actúan como si este país fuera su particular cortijo. Creo…