El primer Donald Trump presidencial era una criatura pesada, torpe, algo irresoluta y a veces dubitativa. El Partido Republicano no era aun plenamente trumpista y el propio multimillonario había elegido como parte de su equipo a profesionales que sirvieron de freno a sus más turbias (y peligrosas) extravagancias. Para muchos parecería que para deshacerse de Trump solo había que esperar cuatro años.