A medida de que se acercan las elecciones andaluzas, los equipos de opinión sincronizada de ambos partidos incrementan sus mensajes de propaganda anunciando catástrofes varias en el caso de que sus respectivas tribus no resulten vencedoras. Uno de los asuntos que más interesa a los ciudadanos andaluces es la sanidad pública. ¿Qué va a pasar con la sanidad pública en Andalucía? ¿El señor Moreno Bonilla quiere privatizarla, como aseguran los de la otra tribu, o está dotándola de más medios como dicen los suyos? Pues bien, recurramos a los hechos. Acabamos de saber que en los presupuestos de la Junta para el próximo año se prevé una partida de varios cientos de millones de euros para derivar a la sanidad privada a aquellos enfermos que necesitan tratamiento y no pueden esperar. Esto estaría bien en una situación de excepcionalidad como fue la crisis de la Covid, pero no debería ser una práctica habitual en tiempos de normalidad. Lo correcto sería dotar de medios técnicos y humanos suficientes a la sanidad pública para que pueda ejercer adecuadamente su labor. Señor Moreno Bonilla, por favor, póngaselo fácil a los millones de andaluces que tienen la sana costumbre de pensar por sí mismos. Al igual que están hartos de las mentiras, concesiones y corrupción del gobierno de Pedro Sánchez, también lo están de ver como antes de la Covid el tiempo medio para ser atendidos en su centro de salud era de 3-4 días como máximo, y ahora es de 3-4 semanas. No les obligue a hacer lo que dice un amigo mío: «Todos los problemas se arreglarán el día que no votemos el 70% del censo». Tomás Díez Vivas. Sevilla. Durante los próximos meses el Betis va a jugar provisionalmente en un estadio con capacidad para 72.000 espectadores mientras terminan las obras del Benito Villamarín, que tendría una capacidad de 60.000; o sea, 12.000 menos que La Cartuja. Si durante los próximos meses al Betis le van bien las cosas y llena el estadio, cuando las obras del Villamarín estuvieran completadas y tocara regresar allí, habría que dejar fuera a 12.000 aficionados. Lo que normalmente sucede cuando no se puede usar el campo propio temporalmente, es que no hay más remedio que recurrir a un estadio más reducido; pero éste no es el caso, sino al contrario. Por eso, normalmente el problema de reducción de aforo siempre es temporal, mientras duran las obras; pero en el caso del Betis se produciría una reducción de aforo definitiva respecto a la mayor capacidad de La Cartuja. Si efectivamente se concluyen las obras del Villamarín, Sevilla contaría con tres de los nueve mayores estadios de España: ¿no resulta excesivo?, ¿y no sería también excesivo que el tercer estadio más grande de España solamente se utilizase en las puntuales ocasiones en que la Federación de Fútbol designe a Sevilla como sede de un partido de la selección nacional? Ahora que ha empezado la demolición de la tribuna de preferencia del Villamarín pero que aún no se ha empezado a construir la nueva tribuna, tenemos la última oportunidad para intentar optimizar el establecimiento de los grandes estadios de Sevilla. Los anteriores debates sobre este asunto siempre se han hecho desde la mera teoría, pero ahora tenemos la ocasión de probar la viabilidad de un traslado definitivo del Betis al nuevo estadio y de aplicar las medidas de optimización logística y de movilidad necesarias. Carlos Villalobos Jiménez. Sevilla.