Del campo de golf a las personas que duermen al raso: el fotógrafo que utiliza la M-30 “para contar la realidad de Madrid”

La exposición 'Calle 30' surgió como un proyecto de Edu León enfocado en el sinhogarismo, pero pronto extendió sus retratos para abordar la "diversidad y desigualdad" en la capital desde los alrededores de la vía más transitada de España La vida en las chabolas de la M-30 a 40 grados: “La gente te mira como si no existieras” 32,5 kilómetros dan para mucho. Si además esa distancia se convierte en una frontera física, alrededor de ella pueden convivir las realidades más diversas. Tradición y modernidad. Lujo y precariedad. Barrios humildes y espacios para las élites. Mansiones y casas de cartón. Los contrastes marcan el papel de la M-30 en Madrid y el fotógrafo Edu León (Madrid, 1977) se propuso retratarlos. El resultado toma ahora forma de exposición, bautizada como Calle 30 (igual que la empresa público-privada que gestiona su explotación) y visitable hasta el 18 de septiembre en el Centro Cultural Lope de Vega de Puente de Vallecas. La conforman 62 imágenes, una selección de entre las más de 200 que León filtró después de sacar miles de fotos durante dos años. La criba final, así como la disposición de las instantáneas, corresponde al comisario búlgaro Dimitri Stevanof. La muestra ilustra cómo la circunvalación que separa la almendra central del resto de la capital no es solo la vía más transitada de España. Mientras más de 300.000 vehículos la atraviesan cada día, alrededor de la autopista se desarrollan otros cientos de miles de vidas. Personas que trabajan en mantenerla limpia, segura y eficiente. Que residen a pocos metros, en algunos de los 15 distritos por los que pasa. Que encuentran cobijo en sus puentes y sus muros, lugares donde personas sin hogar se refugian de la intemperie. O que gracias a sus privilegios casi se desentienden de la existencia de la carretera, mirando la ciudad desde más arriba. En la propia sala de exposición, Edu León cuenta a Somos Madrid que el proyecto comenzó como un acercamiento al fenómeno del sinhogarismo. Lamenta que las duras condiciones personales de estas personas, así como la persecución que sufren por parte de las autoridades, dificulta mantener el contacto con ellas un tiempo prolongado. Cuenta el caso de John, un hombre de Níger al que visitó varias veces y al que tomó una treintena de fotografías. “No sé nada de él desde hace un año y medio”, denuncia. Edu León posa junto al retrato de John, una persona sin hogar que pernoctaba cerca de la M-30. John se calienta y come en la calle. Una persona sin hogar que reside en las inmediaciones de la M-30. Una persona duerme al raso junto a la M-30. Pronto, sin abandonar el interés ni el respeto por las personas que sufren la falta de una vivienda, se dio cuenta de que la M-30 podía servir para analizar otras cuestiones entrelazadas: “A la hora de retratar su realidad, no quise caer en el cliché de captar solo a gente sin hogar. Preferí tomar la M-30 como una excusa para contar la realidad de Madrid, con su diversidad y con su desigualdad”. Optó entonces por “patear Madrid”, ya que “el 80% de las fotos nacen de acercarme a alguien”. Se aproximó así a un entorno que para miles de personas es solo lugar de paso “que no se paran a mirar”, pero para muchas otras es una estampa permanente. El escenario en el que desarrollan sus vidas. El fotógrafo destaca “la oportunidad de retratar lugares emblemáticos y tan dispares como la Mezquita [oficialmente el Centro Cultural Islámico de Madrid], el tanatorio, el Pirulí de Torrespaña , las viviendas de El Ruedo en Moratalaz, el Hipódromo de la Zarzuela o los campos de golf que hay en el norte”. Apunta León que es a estos últimos espacios, que le requerían solicitar permisos, a los que más le costó acceder. Y apostilla que “la Mezquita abrió sus puertas mucho más fácilmente que las iglesias”. Un hombre en el campo de golf del parque deportivo Puerta de Hierro, en el distrito de Fuencarral-El Pardo. Una carrera de caballos en el Hipódromo de la Zarzuela. Uno de los retratos más pintorescos de la exposición. Una mujer posa con su perro en Moratalaz. Son los espacios en los que se desarrollan los contrastes de “un Madrid que viene de la inmigración, tanto interna como externa, de una ciudad que supuestamente acoge pero que muchas otras expulsa”. León cuenta que vivió muchos años en Quintana, en el distrito de Ciudad Lineal, y cuando se desplazaba con su madre a Goya (en el lujoso distrito de Salamanca) aquello le parecía “otro mundo”. Un abismo que conectaba (o que creaba) el paso de la M-30, que lleva más de medio siglo marcando el núcleo y la periferia de la ciudad. Esa periferia cada vez más extensa, más mayoritaria, que se esfuerza en reclamar a las instituciones que existe vida fuera de la M-30. Con sus imágenes, León recuerda que esa vida está fuera, dentro y sobre la propia vía. Vidas eclécticas, de costumbrismo y vanguardia, de elitismo y otredad: obreros que trabajan en el mantenimiento de la M-30, vecinas ataviadas con vestidos castizos de chulapa por San Isidro, golfistas en el parque deportivo de Puerta de Hierro, una drag queen que posa junto a las colmenas del Barrio de la Concepción , chavales que juegan con un cable en Vallecas, mujeres y hombres durmiendo al raso a lo largo de sus 32,5 kilómetros… Instantáneas de una ciudad, dice León, que “está cambiando y parece diseñada para el turista, pero en la que todavía resisten ciertos elementos”. Por eso en las fotos cabe desde la escopeta de un armero de El Pardo hasta una mujer de origen asiático que practica taichí cerca de Príncipe Pío. Varias mujeres con vestidos de chulapa por San Isidro. Una drag queen en Barrio de la Concepción, zona del distrito de Ciudad Lineal junto a la M-30 caracterizada por sus edificios de viviendas en colmena. En el entorno de la M-30 también hay hueco para lo lúdico. Imagen tomada en el entorno de Príncipe Pío. Como las fotos dan cuenta de una ciudad así de viva, su autor también desea que la exposición no se quede en un único punto y no se limite a su trabajo individual: “Lo interesante es que a través de los centros culturales y de las asociaciones vecinales podamos hacer talleres en cada barrio con adultos mayores y con jóvenes. Que los primeros lleven sus fotos antiguas de la zona para que los jóvenes vean que la fotografía tiene ese valor en el tiempo como objeto de memoria. Pero también queremos que estos jóvenes enseñen a los mayores nuevas formas de comunicación con las que puedan retratar sus barrios y resignificarlos”. Así, espera que sus fotos lleguen a otros puntos, en muchos casos añadiendo algunas que se han quedado fuera en esta primera muestra. Vista del Pirulí de Torrespaña, uno de los edificios más emblemáticos alrededor de la M-30, desde la terraza de una vivienda cercana. Vista de un lateral de El Ruedo, característico edificio del distrito de Moratalaz. En el caso del Centro Cultural Lope de Vega, un grupo de objetos complementan a las fotografías. Algunos aluden a espacios específicos, como el cementerio de San Isidro. Otros no tienen un origen tan claro, como la cristalera que guarda una silla desvencijada junto a un bastón y un pantalón vaquero manchado de tierra. Reliquias personales que cuentan historias colectivas, las de las casas surgidas del barro alrededor de un arroyo, el Abroñigal, luego sepultado por el asfalto. Así es la M-30, de todos y de nadie, camino y obstáculo, nexo y frontera. Quizá por esos choques impresionan tanto las fotos en las que León juega con los contrastes. Esas en las que la oscuridad domina el cuadro, pero una fuente de luz emerge para poner rostro y dignidad a quienes viven arrinconados en las sombras.