Cantabria tiene mar, montaña, tradición, gastronomía e historia y tres días pueden servir para un primer contacto en el que visitar lo más importante y simbólico de la comunidad Este pueblo de Cantabria tiene una iglesia mozárabe que data del siglo X Tres días puede ser un tiempo suficiente para conocer lo esencial de Cantabria en una primera visita. Esta comunidad del norte, encajada entre el mar y la montaña, tiene muchos de los paisajes más increíbles de España gracias a sus playas salvajes y a sus pueblos llenos de encanto, pero su extención hace posible un recorrido completo con el que disfrutar de su amplia oferta cultura, turística y gastronómica. Esta ruta circular que se realiza en algo más de un fin de semana, con salida y llegada a Santander, es perfecta para descubrir en una breve escapada lo más importante de Cantabria, desde ciudades y villas medievales, pasando por monumentos arquitectónicos y playas salvajes que son auténticas joyas naturales. Día 1: Santander, Santillana del Mar y Comillas Estos tres días para descubrir Cantabria se inician con un paseo por la mañana en la ciudad de Santander, pues es imprescindible conocer la capital. Tras un breve recorrido por las principales calles del centro, lo siguiente será acercarse más a la costa. El paseo marítimo junto a la bahía se caracteriza por sus despejadas vistas al mar y, además, tiene varios rincones en los que realizar una parada. El primero de ellos es el Centro Botín, una de las edificaciones más atractivas de la capital, muy llamativo por su original estructura. Se puede visitar y conocer sus salas de exposiciones, y es que, a parte de ser uno de los edificios emblemáticos de la capital, también es un importante centro de arte. El Centro Botín, situado en los Jardines de Pereda de Santander. Muy cerca se encuentra la Grúa de Piedra, que está restaurada, pero fue construida en el final del siglo XIX para cargar y descargar barcos mercantes. Su forma es única gracias a la potente base circular sobre la que se levanta la estructura de acero, que en la actualidad constituye todo un símbolo para los y las santanderinas. Por otro lado, en este paseo por la costa son muy populares Los Raqueros, un momumento que conmueve a todo aquel que llega a conocer la historia que hay detrás de estos niños hechos de bronce. Representa una imagen de entre el siglo XIX y XX que debía ser común en la zona y que protagonizaban cuatro niños, dos tirándose al mar a recoger las monedas que tiraban al agua y el resto observándolos. Monumento los Raqueros, en Santander. Aún quedan muchas sorpresas que hacen del paseo marítimo un recorrido entretenido, pero para descubrirlas uno debe caminar sobre él. Eso sí, la mejor forma de despedir la capital es con una visita al emblemático Palacio de La Magdalena, que arrastra siglos de historia que se pueden conocer a fondo en una visita guiada por su interior. A continuación, la ruta continúa en Santillana del Mar, a 30 minutos en coche de Santander. Es un pueblo perfecto para pasar una tarde entre callejuelas llenas de piedras y casas que parecen de postal. Además, dispone de variedad de bares y restaurantes para recargar pilas y continuar con la ruta. También se puede explorar el lado cultural del pueblo visitando la Colegiata que, situada en el centro del casco antiguo, es uno de los monumentos más representativos de la comunidad de Cantabria, o incluso el Museo de Altamira, un lugar imprescindible para conocer los orígenes de esta tierra. Para aprovechar al máximo el tiempo, la jornada incluye la noche en Comillas, la villa que ocupará la mañana del segundo día de la ruta y que se encuentra a tan solo 20 minutos en coche desde Santillana del Mar. Día 2: Comillas, San Vicente de la Barquera y Potes Tras un desayuno temprano por la mañana, el siguiente objetivo será conocer Comillas, el municipio que registró sus primeros poblamientos en la prehistoria y que, hoy en día, es uno de los más interesantes de la comunidad gracias a sus monumentos arquitectónicos. Cuenta con algunos de los edificios más importantes del modernismo de Cantabria, pero estos son los imprescindibles de conocer: la Universidad Pontificia, cuya imponente y majestuosa fachada habla por sí misma, y el Capricho de Gaudí, el edificio modernista caracterizado por sus llamativos colores, sus extrañas formas y sus paredes llenas de detalles. El Capricho de Gaudí en Comillas El siguiente destino es San Vicente de la Barquera, perfecto para disfrutar de una buena comida con sabor a mar y conocer posteriormente la villa marinera por excelencia. Es una de las más conocidas estampas de toda la cornisa cantábrica. En el puente que separa el casco urbano del puerto se puede apreciar el Castillo del Rey, situado en lo alto de una colina. Tras un trayecto de poco más de una hora por el imponente Desfiladero de La Hermida, la próxima parada será Potes, a los pies de los Picos de Europa. Ubicada en el centro de la comarca de Liébana, está localidad cuenta con un casco antiguo que transporta a sus visitantes a la época medieval. La tarde se puede invertir en una visita a la famosa Torre del Infantado, un monumento que arrastra siglos de historia y que cuenta con exposiciones que darán ese toque enriquecedor y cultural a la ruta. Casco viejo del municipio de Potes, en Cantabria. Día 3: Cuevas, acantilados y regreso a Santander Para terminar la escapada con un buen sabor de boca, el tercer y último día puede ser distinto. Lo que no todos saben es que Cantabria esconde secretos que a primera vista no se pueden observar y, precisamente por ello, tienen una magia especial. Con una visita a la Cueva de El Soplao se puede descubrir todo aquello que el subsuelo de esta región contiene. Declarada Bien de Interés Turístico Regional, ofrece distintas experiencias para aprender sobre las formaciones de las estalactitas, estalagmitas y excéntricas que tan especial la hacen. Sala principal de la Cueva de El Soplao. Por último, la vuelta a Santander será atravesando Costa Quebrada, una sucesión de acantilados que el mar ha ido esculpiendo con el paso de los años recientemente nombrado como Geoparque Mundial por la UNESCO. Este paisaje es ideal para darle un toque diferente a la ruta, pudiendo parar en playas como La Arnía, para contemplar los acantilados y descubrir el Parque Natural de las Dunas de Liencres. Al llegar de nuevo a Santander, una última vuelta por el Paseo de Pereda es la mejor opción para darle fin a esta ruta de tres días, breve pero intensa, que recorre varios de los lugares más emblemáticos de Cantabria.