El Banco Central Europeo (BCE) cumple con lo esperado por el mercado y con los mensajes lanzados en los dos últimos meses. La institución dirigida por Christine Lagarde ha decidido mantener los tipos de interés oficiales en el 2% -que es el de la facilidad de depósito, el que se toma como referencia- y adopta, así, una postura de esperar y ver antes de continuar relajando la política monetaria. Se trata de la segunda vez consecutiva que el consejo de gobierno del BCE opta por dejar intacto el precio del dinero. En julio ya decidió mantener los tipos tras un ciclo continuado de bajadas a medida que la inflación estaba cada vez más controlada. Ahora que todo apunta a que la inflación estará en el objetivo del 2% a medio plazo, el camino parece plácido para la institución. Pero eso es solo la apariencia, porque en realidad el BCE sigue muy de cerca las incertidumbres que acechan sobre la economía mundial y la europea en particular. La organización vigila el impacto que tengan las tensiones comerciales y las tensiones geopolíticas, a lo que se une también ahora la crisis política que atraviesa Francia y que ha asestado un relativo golpe a su prima de riesgo.