La inmigración salta como un resorte al primer plano y se convierte en arma de combate política. El reparto de menores migrantes por parte del Ministerio de Juventud e Infancia, que distribuye cero niños a País Vasco y Cataluña (con presidentes aliados) y envía casi 700 a comunidades como Andalucía y Madrid, ha terminado por quebrar cualquier vía de acuerdo entre las administraciones. Porque de la lógica conversación se ha pasado a la descalificación; de la insolidaridad a la xenofobia. Y en esos términos resulta imposible alcanzar un pacto satisfactorio para todas las partes. La consejera Loles López respondía a una pregunta del Grupo Popular en el Parlamento andaluz y se acompañaba de un abultado número de expedientes para confirmar la maniobra del Gobierno de España para transportar a la región con autobuses, barcos y aviones «adultos bajo la apariencia de mayores de edad». «Son 668. 668 niños a los que no quieren reconocer», critica López. «Aquí están los 668 informes de los niños que han trasladado bajo apariencia de mayores de edad que no los quieren reconocer. Se lo digo a los solidarios». A eso se le suma que «nos han llegado a nuestras costas 388 niños . Porque tenemos 900 kilómetros de costa y estamos a 14 kilómetros de África. Somos frontera sur y los únicos que no los reconocen son María Jesús Montero y Pedro Sánchez». «El interés del menor es el menor de los intereses» del Ejecutivo central, que en palabras de la consejera ha puesto en marcha la máquina del fango con bulos y mentiras. «En un tema tan sensible, hemos visto como los maestros del fango han intentado embarrar mintiendo con el tema de los menores, pero no me sorprende. los tratan como pura mercancía». Andalucía es una tierra solidaria, queremos seguir siéndolo y acoger a más niños, pero dentro de la capacidad del sistema. No sólo implica atención básica de las necesidad primarias pero también formación, educación, inserción laboral, trabajar con ellos en la brecha idiomática... ese es el sistema que queremos mantener y quieren reventar y transformarlo en edificios con niños apilados. No obstante, «hace falta un plan estructural de migración con financiación, pero esto es pedir peras al olmo. Porque tenemos un gobierno que cada día protagoniza un capítulo más de 'Aquí no hay quien viva'».