La carrera global por el liderazgo de la electromovilidad ha llegado a un punto de inflexión en Europa. Mientras la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha anunciado un plan para impulsar la producción de baterías en la UE, los líderes de la industria automovilística europea han alzado la voz, exigiendo un enfoque más pragmático ante lo que consideran objetivos regulatorios «letales». Von der Leyen ha declarado su intención de movilizar 1.800 millones de euros para estimular la producción doméstica de baterías y ha abogado por un criterio de «Made in Europe» en la contratación pública. «Los coches del futuro deben fabricarse en Europa», ha insistido, subrayando que la UE no puede «permitir que China y otros conquisten este mercado». Su visión pasa por la creación de un vehículo eléctrico europeo, pequeño y asequible, que satisfaga la demanda de los consumidores sin comprometer la independencia del bloque. Este impulso político contrasta con el mensaje unificado de los fabricantes en el Salón del Automóvil de Múnich (IAA Mobility). El director de Operaciones de Stellantis en Europa, Jean-Philippe Imparato, ha calificado los objetivos de emisiones de 2035 como «inabarcables» y ha exigido que la Comisión pase «del diálogo a la acción» con medidas urgentes. Su postura, apoyada por líderes de marcas como Opel y Volkswagen, refleja una profunda preocupación por la viabilidad del sector. Los fabricantes señalan que, a diferencia de los planes regulatorios, la realidad del mercado es «dramática». Los altos costes de producción, la competencia agresiva de China y la inminente amenaza de los aranceles de EE.UU. están poniendo en riesgo miles de puestos de trabajo. Las marcas europeas, ante esta situación, buscan el apoyo político para asegurar su supervivencia en esta fase de transición. Un punto de conflicto central es la viabilidad de los coches eléctricos asequibles. Tanto Imparato como el consejero delegado de Opel, Florian Huettl, han coincidido en que las actuales regulaciones hacen «muy difícil o imposible» fabricar vehículos del segmento pequeño de forma rentable. «Millones de europeos quieren comprar automóviles europeos asequibles», reconoció Von der Leyen, una aspiración que choca con los precios actuales. Huettl ha advertido que el exceso de normas está frenando la demanda de los consumidores y ha obligado a marcas como Opel a reconsiderar sus estrategias, manteniendo la apuesta por los híbridos para responder a las necesidades reales del mercado. «El nivel de demanda no es sostenible», ha explicado el directivo, lo que subraya la desconexión entre los objetivos de la UE y la capacidad económica de los consumidores. Pese a sus diferencias en cuanto a los plazos, ambas partes coinciden en la necesidad urgente de fortalecer la industria europea para reducir la dependencia de Asia. La inversión de la Comisión en la producción de baterías responde directamente a la advertencia de Imparato de que Europa corre el riesgo de ser «completamente dependiente de China» si no apoya su cadena de suministro. La confrontación entre la ambición política de la UE y las exigencias de la industria se resolverá en una reunión clave este viernes, 12 de septiembre. El futuro de la fabricación de coches eléctricos en Europa y su éxito dependerá de si se logra un consenso que combine la necesidad de cumplir con los estrictos objetivos de emisiones con el pragmatismo y las necesidades que la industria automotriz europea demanda para seguir siendo competitiva.