'En los márgenes', de Sara Quintero en el Museo ABC: la épica del naufragio

Comentábase, en la penumbra y junto a la gran ola de papel y madera que se alza en el centro de la estancia, el texto de Óscar Alonso Molina que ha sido escogido para la cartela: «Esa mezcla tan suya a la hora de utilizar imágenes, técnicas y maneras del pasado, poniéndolas al servicio de asuntos políticos y sociales de actualidad, abordados con hondo contenido crítico. Esto último es algo que convierte a sus obras en algo a la vez bello pero desconcertante para el espectador, una vez que este avanza más allá de la forma y las apariencias, para descubrir que lo que se le exige es un posicionamiento, una respuesta ética y no sólo estética o emocional, debiendo tomar partido frente a ellas y no solo demostrar su cultura reconociendo las citas y los modos a los que ella recurre». 'En los márgenes', un trabajo de cinco años de Sara Quintero (Madrid, 1971) para esta exposición en el Museo ABC, está dedicado a la tragedia de los naufragios de cayucos y las «imágenes, técnicas y maneras del pasado» a las que se refiere el comisario son, evidentemente, pinturas y grabados decimonónicos –empezando, cómo no, por 'La balsa de la Medusa' (1818) de Géricault, que para ciertas corrientes historiográficas es el punto de partida de la modernidad artística– en los que el drama del naufragio se enmarca en la mitología de la aventura, la exploración y el viaje (y sus peligros) característica de aquella época. Por eso, siendo el de la inmigración un asunto polémico, importa el modo en que la artista contrapone simplemente esa relación del naufragio con la epopeya, la gesta, que se establece en el imaginario romántico, y el carácter perfectamente anónimo y rutinario –la imagen real de los camilleros 'despejando' la playa es definitiva– del naufragio de cayucos, frágiles vehículos en los que no viaja héroe alguno. De ahí que, como señala Molina, la obra de Sara Quintero, una durísima mezcla de fotografías de prensa e imágenes de obras clásicas en la que los cadáveres alineados en las playas y las hileras de camilleros conviven con naufragios de cargueros junto al faro y balsas trituradas por la tempestad, nos obliga a adoptar una posición ética más allá de discusiones políticas: aquí no naufraga la expedición, no perecen los héroes; pero la playa está llena de cadáveres; lo que naufraga es, una vez más, la ensoñación; la Historia. En una penumbra que invita al recogimiento, por tanto, se ha dispuesto esta obra de Sara Quintero, que es ecléctica: la protagoniza el dibujo, lógicamente, pero todo el trabajo tiene un carácter escultórico; hay grandes papeles recortados, madera de balsa –blanda y liviana, se usa en el modelismo– y pequeñas piezas de cerámica de una fragilidad extrema. Los dibujos se presentan en vitrinas acompañados de algunas citas de Agamben o Debord que obligan a comprender que el otro, cualquier otro, es primero ser humano y luego una categoría; de las esculturas de cerámica que evocan el lecho marino y de las de madera, que figuran barcas hechas pedazos. Y en el centro, como se dijo, una gran ola de papeles dibujados y recortados y trozos de madera: la imagen de la ola es una constante en esta cita. Porque a fin de cuentas, la ola causante del naufragio es lo que permanece, eternamente inalterable –e implacable–, lo que iguala a héroes y desahuciados, a exploradores y mártires.