Muchos de ellos, como las abejas o las mariposas, son excelentes polinizadores, llevando los preciados granos amarillos de una flor a otra. Otros, como los escarabajos peloteros o las termitas, descomponen la materia muerta y, al hacerlo, liberan nutrientes esenciales, que regresan así al suelo, haciéndolo más fértil. Los hay también que se alimentan o son parásitos de otros insectos que consideramos plagas, como las mariquitas, que comen pulgones, o algunas avispas parasitoides, que ponen sus huevos en las larvas de las orugas. Y otros, finalmente, como las hormigas, son subterráneos, excavan túneles en el suelo y de este modo lo airean, permitiendo que el agua y el aire lleguen mejor a las raíces de las plantas. Por no decir que un gran número de ellos son la fuente principal de alimento para una gran variedad de animales, desde aves a mamíferos, reptiles, anfibios y, puede que pronto, también para el hombre. Los insectos, en definitiva, resultan fundamentales para mantener sanos los ecosistemas de la Tierra. Pero están desapareciendo, y a marchas forzadas. Los científicos se refieren a esta crisis como al 'Apocalipsis de los insectos', término con el que describen el declive masivo y global de sus poblaciones en todo el mundo, algo que parece haberse acentuado durante las últimas décadas. Un rápido declive, por lo tanto, que amenaza con convertirse en una auténtica catástrofe global. Por eso, comprender las causas últimas de esa desaparición ha pasado a ser una prioridad para la ciencia. Necesitamos entender si el 'Apocalipsis' se debe exclusivamente, como muchos piensan, a factores 'modernos', como la conversión de espacios naturales en zonas agrícolas, el uso masivo de pesticidas y fertilizantes, el cambio climático o la introducción de especies invasoras, o si esa tendencia a la disminución de especies e individuos puede medirse en una escala de tiempo más larga. Como parte de ese esfuerzo, un equipo de investigadores del Instituto de Ciencia y Tecnología de Okinawa (OIST) han recurrido a un enfoque de genómica comunitaria para explorar las poblaciones de hormigas en el archipiélago de Fiji. Un sistema que les serviría como modelo para comprender las tendencias de biodiversidad de los insectos. De este modo, al estudiar la genómica de las colecciones presentes en un gran número de museos, lograron rastrear las relaciones evolutivas de las hormigas para explorar cómo se produjo su llegada a las islas y reconstruir la historia poblacional de las distintas especies. El trabajo se acaba de publicar en ' Science '. Más a menudo de lo que sería deseable, los principales esfuerzos de conservación se centran en estudiar la biodiversidad de animales grandes (y fotogénicos) que viven en zonas más fáciles de estudiar, por ejemplo en los hábitats templados. Sin embargo, y a pesar de su importancia, la rápida disminución en la población de muchos insectos no pasa, en general, de ser una simple sospecha. Algo que viene en parte a remediar el nuevo estudio, que se basa en una población concreta de insectos, y para cuyo estudio los investigadores eligieron un sistema insular. Según explica Evan Economo, de la Universidad de Maryland y uno de los autores principales del estudio, «puede ser difícil estimar los cambios históricos en las poblaciones de insectos porque, con pocas excepciones, no hemos estado monitoreando directamente esas poblaciones a lo largo del tiempo. Adoptamos un enfoque novedoso para este problema al analizar los genomas de muchas especies en paralelo a partir de especímenes de museo recolectados recientemente. Los genomas contienen evidencia de si las poblaciones están creciendo o disminuyendo, lo que nos permite reconstruir los cambios en toda la comunidad». Lo que Evan Economo y sus colegas hallaron resulta alarmante: El 79% de las especies endémicas (las que se encuentran solo en Fiji) están en declive, en una escala de tiempo que se correlaciona con la llegada de los humanos a las islas. Por otro lado, las especies de hormigas recientemente llevadas por los humanos a las islas están multiplicando su población de forma explosiva. Los investigadores, además, descubrieron que la mayor proporción de declives se ha producido en los últimos cientos de años, coincidiendo con el contacto europeo, la colonización, el comercio mundial y la introducción de técnicas agrícolas modernas. Al centrarse en el archipiélago de Fiji, los investigadores lograron tener una amplia visión de los cambios de población y de la historia de colonización de casi todas las distintas especies de hormigas de la región. «Al ser ecosistemas cerrados y aislados -explica Cong Liu, primer firmante del artículo-, se espera que las islas sientan los efectos del impacto humano más rápido, por lo que vienen a ser algo así como un canario en una mina de carbón.» Ante la dificultad de estudiar directamente las poblaciones en su entorno, algo que resulta extremadamente complejo y exigente en climas tropicales, los autores del estudio optaron por utilizar colecciones de museos, fruto de décadas enteras de trabajo de campo, entre las que, por su puesto, se encontraban también las construidas por ellos mismos en trabajos anteriores. Debido a que el ADN se degrada con el tiempo, el equipo tuvo que utilizar métodos especiales de secuenciación para comparar pequeños fragmentos de ADN. En su estudio, los investigadores secuenciaron muestras de genomas de miles de hormigas de más de cien especies diferentes. Y usando esos datos, identificaron 65 casos diferentes (eventos de colonización) en los que nuevas especies de hormigas llegaron a la isla. Dichos casos iban desde la colonización natural (es decir, la llegada de las hormigas sin participación humana) hace millones de años, hasta la reciente introducción humana después de que Fiji se convirtiera en parte de las redes comerciales globales. Sobre la base de esta historia, los científicos aplicaron sus modelos de genética de poblaciones para identificar el aumento (o la disminución) de la poblaciones de diferentes grupos de hormigas en todo el archipiélago de Fiji,. Fue así como se dieron cuenta de la disminución de las especies endémicas, y de los dramáticos aumentos en la población de especies no nativas en los últimos años. La razón principal, según el artículo, es que las especies endémicas de las islas a menudo desarrollan rasgos que las hacen sensibles a los cambios ambientales, incluida la llegada de nuevas especies dañinas. «La mayoría de las extinciones registradas -añade Liu- han sido, históricamente, en sistemas insulares». Los investigadores esperan que su trabajo pueda servir de inspiración para próximas investigaciones que traten de ampliar la comprensión científica de las poblaciones de insectos, algo que será de extrema utilidad para los esfuerzos de conservación en el futuro. «Este estudio -explica el Alexander Mikheyev, de la Universidad Nacional de Australia y también autor principal de la investigación- también destaca la importancia de la biodiversidad y las colecciones de los museos. A medida que nuestra caja de herramientas científicas se expande, hay más y más información que podemos capturar de las colecciones de biodiversidad, por lo que es esencial que sigamos invirtiendo y manteniendo estos recursos vitales.