Lorenzo del Rey - Redacción COPE Albacete Pese a las campañas de no automedicarse y de no tomar antibióticos a la ligera, no poca gente se toma la pastilla en cuanto nota ciertos síntomas porque "como el médico me mandó esto, pues me lo tomo ahora y seguro que mejoro". Craso error. Pues así piensan algunos en el mundo del toro cuando notan los primeros síntomas de descontento en el público y creen que la pastilla -regalar orejas a troche y moche- les va a aliviar cuando en realidad es todo lo contrario. El triunfalismo crea tolerancia, cada vez más gente lo demanda y la salud de la Fiesta, que debe cuidarse con bravura, casta, faenas de poder a poder y respeto por la verdad, se convierte en una quimera y el enfermo se pone muy malito y llega el síndrome de la plaza vacía. Pues algo de eso ha pasado hoy en Albacete. Se esperaba mucho de una corrida de Santi Domecq que estuvo bien presentada pero que de juego fue más bien noble, sosa y baja o muy baja de casta por momentos. Ese cuarto toro fue el mejor pero no merecía la vuelta al ruedo. La faena de Castella tuvo más de ¡uy! que de ¡olés!, que los hubo, pero el toreo con cierto barniz tremendista eclipsó al más clásico, con un final de perfil medio. Si acertó al no dar la oreja en ese primero con una faena muy ligerita, erró de bulto el presidente Coy con este cuarto. Perera no tuvo el mejor lote pese a su esfuerzo y Borja Jiménez cortó una oreja, sin más, en el tercero. Con el sexto, mucho ruido y pocas nueces. No pudimos ver al mejor Borja, ese que está triunfando por toda España. Y para rematar el asunto, baja de Morante de la Puebla para el sábado y Fernando Adrián está entre algodones para el festejo de La Quinta del lunes. Cuando la cosa se pone a la contra, todo viene cruzado. A ver las sustituciones... Valor, y al toro.