Partiendo de la base de una titulación real, y no inventada, para ocupar el puesto de ‘operador de la Justicia’ -nombre que gusta mucho a los más progres cualquiera que sea su vertiente: como colaborador, enredador o decisor-, ha llegado la hora de volver la Justicia a actuar tras el parón del mes de agosto. La apertura del año judicial, que se inicia en septiembre, como la de los estudiantes, cuenta con las mismas reivindicaciones que inmemorialmente han caracterizado a este evento, tan formal como inútil. Los presidentes/as de los TSJ de cada comunidad autónoma se pronuncian sobre lo mal que funcionamos -por falta de medios humanos y materiales-, en presencia de las fuerzas vivas respectivas. Los políticos pondrán cara de «otra vez lo mismo» y también, igualmente, les entrarán esas reivindicaciones por un oído y les saldrán por la oreja (ya ni siquiera el otro oído) contraria. Pero este año la apertura nacional ha tenido un morbo -una vergüenza- inimaginable en una democracia. Claro que si se entiende por democracia: gobernar a pesar de haber perdido las elecciones generales gracias a pactar con independentistas y exterroristas; legislar por decretos leyes obviando al Parlamento; resistir, aunque la mayoría del pueblo español pide que se vaya y pueda elegir a sus representantes en elecciones; y no poder salir ni a la puerta de la calle porque le insultan. Si aceptas un chantaje tras otro y si presumes de que la economía va bien, cuando no hay manera de comprar ni de alquilar una vivienda decente, no me extraña que en esa democracia un fiscal general del Estado -que borra los mensajes como el mejor de los infractores de la ley- puesto a dedo por un presidente del Gobierno que, además, presume de ello, siga en su puesto en contra de la mayoría de los fiscales a los cuales ya no representa lo más mínimo. Y todo esto en presencia de un jefe del Estado que hace su papel de cada año manifestando lo importante que son los jueces en una democracia -de verdad-, y la presidenta del Tribunal Supremo, cuya Sala Segunda juzgará a finales del 2025 -dicen- a ese fiscal. Insólito. Y lo malo es que ya no nos extrañamos de nada. Ni el ‘alguacil alguacilado’ endemoniado de Quevedo. Ni los pájaros a escopetas del vulgo podrían haber escrito mejor esta historia de sonrojo.