Las buenas intenciones

Pasados los días patronales con sus pregones y procesiones, cada vez con menos campanitas ni caimanes, guardados los bañadores y chanclas que resistían las inercias veraniegas, estamos ya metidos en harina de nuevo. Echaron a andar el curso político, el judicial y el escolar con el bullicio de miles de chavales que llenan las aulas con su vitalidad contagiosa y una mirada luminosa y limpia que poco entiende de tantos avatares de los mayores. A decir verdad, avatares, cuitas y menesteres que muchos mayores tampoco comprendemos entre tensiones de alta y baja estopa y escándalos de toda índole, exhibidos por tierra, mar y aire, dentro y fuera de nuestras fronteras. Basta con mirar el genocidio de Gaza o el atropello de Ucrania, entre la treintena de conflictos mundiales vigentes, a la par que la presidenta Von der Leyen proclama que «Europa está en combate», nada menos que 80 años después. Tropelías de malos y de tontos, cometidas por trileros de todo pelaje mientras se escucha, sin disfraz ni sordina que lo calle, el llanto de los excluidos, el dolor de los olvidados, el latido de todos esos que no cuentan.