De las vacas al fin de la viruela: la historia del médico que inventó la primera vacuna

A finales del siglo XVIII, la humanidad estaba en jaque por una de las enfermedades más mortales de la historia: la viruela. Se trataba de un virus altamente contagioso que provocaba fiebre, erupciones graves en la piel y, en muchísimos casos, la muerte. Los que sobrevivían, solían quedar marcados con cicatrices de por vida. Sin embargo, un médico rural inglés llamado Edward Jenner fue quien puso la primera piedra para frenar esta pesadilla. Jenner, nacido en 1749 en Berkeley, una pequeña localidad de Inglaterra, no era un gran científico de laboratorio, sino un médico de pueblo que observaba atentamente la naturaleza y a sus pacientes. Y fue precisamente esa capacidad de observar la que le llevó a uno de los descubrimientos más revolucionarios de la historia de la medicina. De unas vacas en un campo inglés nació uno de los mayores avances de la humanidad: la vacunación. Y todo empezó con un rumor del campo, una aguja rudimentaria y la valentía de un médico que se atrevió a pensar diferente. En aquel tiempo, corría un rumor curioso entre la gente del campo: las lecheras que habían contraído la “viruela vacuna”, una forma mucho más leve de la enfermedad que afectaba al ganado, no enfermaban de la viruela humana. Sus manos quedaban con pequeñas pústulas tras ordeñar vacas infectadas, pero nunca llegaban a sufrir la terrible forma mortal que diezmaba a tantas comunidades. Jenner tomó nota de esa creencia popular y empezó a reflexionar. ¿Podría ser que exponerse a una versión más leve del virus protegiera frente a la más peligrosa? La idea no era descabellada para la época, pero faltaba probarlo de forma científica. En 1796, Jenner decidió poner a prueba su hipótesis con un experimento que hoy parecería impensable, pero que en su momento abrió la puerta a la inmunología. Inoculó a un niño de ocho años, James Phipps, con material tomado de las manos infectadas de una lechera llamada Sarah Nelmes, que había contraído la viruela vacuna. Era la primera prueba real de que el procedimiento funcionaba. Había nacido el principio de la vacunación, término que se deriva del latín vacca (vaca), en honor al origen del descubrimiento. Al principio, sus experimentos no fueron recibidos con entusiasmo. Muchos colegas médicos se mostraron incrédulos y algunos incluso lo tacharon de imprudente. Sin embargo, Jenner siguió adelante y recopiló pruebas de que su método era efectivo y, sobre todo, mucho más seguro que las prácticas previas, como la variolización, que consistía en inocular viruela humana atenuada, con resultados a menudo mortales. Con el tiempo, su trabajo fue reconocido en toda Europa y más allá. En pocas décadas, millones de personas recibieron la vacuna contra la viruela y la enfermedad empezó a retroceder. El descubrimiento de Jenner no solo salvó vidas, sino que abrió la puerta a toda la ciencia de las vacunas, uno de los pilares de la salud pública moderna. Gracias a ese hallazgo inicial, hoy contamos con vacunas contra enfermedades como la rabia, el sarampión, la polio o el COVID-19. La viruela, por su parte, se convirtió en la primera enfermedad erradicada de la historia en 1980, tras una campaña mundial de vacunación liderada por la Organización Mundial de la Salud. Fue la confirmación definitiva de que aquel médico rural inglés había cambiado el curso de la humanidad.