En mitad de una dehesa, junto a un viejo camino romano o a la entrada de un pueblo, es fácil encontrarse con una cruz de granito. Son silenciosas, apenas reclaman atención, pero llevan siglos cumpliendo un papel que va más allá de lo religioso. Las cruces de piedra, tan abundantes en tierras extremeñas, son testigos del paso del tiempo y símbolos que aún hoy hablan de la historia y la vida en comunidad.