Los acuerdos

El jueves hizo tres años de la muerte de Javier Marías. El lunes 15 se cumplirán 70 años de la publicación de Lolita, de Vladimir Nabokov. Uno echa el ancla en algún momento azaroso de su adolescencia y ya, hasta su muerte, garrea. Todos tenemos una o dos personas con las que no discutimos. Yo no discuto ni con Nabokov ni con Marías ni con Edith Hamilton. Yo leía a Marías, sobre cualquier cosa, y pensaba: Esto es así. Y leo a Nabokov y lo mismo: así. La influencia de uno en el otro es cosa sabida y el caso de Javier Marías es el de Martin Amis, que vivieron vida paralelas. Los padres célebres, la precocidad, las novelas y las segundas patrias opuestas: Marías la inglesa y Amis la española. Amis murió en 2023. Era gente que no tenía que llegar a ningún sitio: el idioma, sencillamente, manaba como un fenómeno natural. Tampoco una montaña va a ningún sitio. Es decepcionante que tres años después el mundo siga como si no hubiera pasado nada: después de algunas muertes la humanidad se queda mutilada y tendríamos que mirarla con los ojos que ponemos a los mancos y los tuertos y los quemados, con simpatía y angustia. Estos días aparecen columnas que lo recuerdan, y si por mí fuera recordaría que falta todos los años, hasta que yo mismo no viva otro septiembre y los que me lean no distingan entre mi tiempo y el mundo antiguo. Es curioso que lo de Marías vaya a durar para siempre-como duran estas cosas, ay- y cosas de hace veinte años escasos anden ya desmoronadas y para reforma. Nadie está a salvo de la gente semiculta que no sabe leer, drama enorme. Ni a los tres ni a los setenta.