El cáncer de piel es el tumor más frecuente entre los españoles. Se estima que hasta cuatro de cada diez personas lo desarrollarán a lo largo de su vida, en la mayoría de los casos a causa de una exposición excesiva a la radiación ultravioleta. A pesar de que suele tener buen pronóstico, su tratamiento quirúrgico plantea un reto importante cuando el tumor aparece en zonas visibles o funcionales del cuerpo. En esos casos, no basta con extirpar la lesión: se necesita una técnica capaz de garantizar la curación sin comprometer la apariencia estética ni el funcionamiento de la zona afectada. Por eso, en la última década ha cobrado protagonismo una cirugía de alta precisión que, aunque aún poco conocida fuera del ámbito médico, ha revolucionado el abordaje de los carcinomas cutáneos más comunes. Se trata de la cirugía de Mohs, un procedimiento que combina la intervención quirúrgica con el análisis microscópico inmediato del tejido extirpado. Gracias a esta técnica, es posible eliminar el tumor con máxima seguridad, conservando la mayor cantidad posible de piel sana. "La cirugía de Mohs es hoy en día la técnica de elección para los carcinomas cutáneos más frecuentes, especialmente cuando se localizan en zonas de alto riesgo, como la cara, o cuando se trata de tumores recurrentes o de difícil delimitación", explica el doctor Javier Vicente, jefe del Servicio de Dermatología del Hospital Universitario Rey Juan Carlos, integrado en el servicio público madrileño de salud (SERMAS). Una técnica que actúa con lupa La clave de la cirugía de Mohs está en su capacidad para analizar los márgenes del tumor en tiempo real. A diferencia de una cirugía convencional, en la que se extirpa el tumor y se analiza posteriormente en el laboratorio, este procedimiento permite al cirujano saber durante la operación si queda tejido canceroso y dónde se localiza exactamente. "Su principal ventaja es que permite extirpar completamente el tumor analizando en el acto los márgenes quirúrgicos bajo el microscopio, ampliando solo allí donde persiste enfermedad y preservando la mayor parte posible de tejido sano. Esto se traduce en tasas de curación superiores al 97-98 por ciento en los carcinomas basocelulares y escamosos, y en mejores resultados funcionales y estéticos para los pacientes", añade el doctor Vicente. El reto de operar donde se ve Esta precisión milimétrica resulta especialmente valiosa en zonas como la nariz, los párpados, las orejas o los labios, donde eliminar demasiado tejido puede tener consecuencias estéticas y funcionales importantes. Al garantizar la eliminación completa del tumor en una sola intervención, también se reduce el riesgo de recidivas y la necesidad de nuevas cirugías. La técnica, que requiere una coordinación estrecha entre el cirujano y el patólogo, ha demostrado ser eficaz incluso en tumores de difícil delimitación o que han reaparecido tras tratamientos previos. Aunque su aplicación aún no es universal, cada vez más centros públicos la están incorporando a sus protocolos de tratamiento. Un avance que se abre paso Hace solo dos décadas, la cirugía de Mohs era una técnica...