Echan a casi 100 okupas de un pueblo de Murcia después de hacer esto en las puertas de las casas que ocupan: es totalmente legal

La inquiokupación —la mezcla de inquilinos que dejan de pagar el alquiler y se niegan a abandonar el inmueble— y la okupación directa de viviendas deshabitadas son fenómenos que preocupan cada vez más a los propietarios en España. En muchas ocasiones, los afectados se enfrentan a procesos judiciales largos, costosos y frustrantes. La ley, en lugar de proteger al dueño legítimo del inmueble, parece favorecer a quienes ocupan ilegalmente las viviendas, generando una gran sensación de impotencia e inseguridad jurídica. Este problema no solo afecta a grandes ciudades como Madrid o Barcelona. Muchos pequeños municipios también se ven desbordados por la okupación, lo que daña la convivencia vecinal, frena la inversión y empuja a muchos propietarios a abandonar sus inmuebles por miedo a perderlos. Sin embargo, un pueblo de Murcia ha encontrado una solución tan ingeniosa como efectiva para expulsar a los okupas... y lo mejor: lo hacen sin necesidad de orden judicial. En plena Vega Media del Segura, el municipio de Alguazas (con apenas 10.000 habitantes) ha logrado un hito poco común: ha conseguido echar a casi 100 okupas de sus viviendas sin intervención judicial, sin burocracia interminable y, sobre todo, sin enfrentamientos. ¿Cómo lo han hecho? Con una idea tan simple que sorprende: tapiando las puertas de las casas okupadas. Sí, tal como suena. En cuanto los okupas abandonan momentáneamente la vivienda —ya sea para ir a comprar o para cualquier otra actividad—, se activa un protocolo conjunto entre los propietarios, vecinos y autoridades locales. Primero se cortan la luz y el agua. Después, se retira la puerta de entrada y, acto seguido, se levanta un muro de ladrillo en su lugar. Resultado: los okupas no pueden volver a entrar. La clave del éxito en Alguazas es la rapidez con la que actúan. Gracias a esta estrategia, ya se han recuperado 94 viviendas y dos edificios completos, muchos de ellos en zonas conflictivas o vinculados a actividades delictivas como el tráfico de drogas o el cultivo ilegal de marihuana. Además, este método no solo resuelve el problema inmediato de la okupación. Al hacerse público que el pueblo actúa con contundencia, también disuade a futuros okupas, que optan por no arriesgarse a quedarse sin vivienda de la noche a la mañana. Aunque pueda parecer una medida extrema, la actuación de Alguazas se ajusta a la legalidad en los casos en que los propietarios colaboran y no existe una ocupación con protección judicial. El truco está en esperar a que los okupas salgan y entonces recuperar el control del inmueble antes de que regresen. Las autoridades locales, por su parte, refuerzan la vigilancia en las zonas más afectadas, especialmente si hay indicios de actividad delictiva. En estos casos, la coordinación con la policía es clave para evitar situaciones de riesgo. La experiencia de Alguazas ha captado la atención de otros municipios murcianos e incluso de fuera de la región. La razón es clara: han encontrado una solución práctica, económica y legal para uno de los mayores dolores de cabeza de muchos españoles. Muchos ayuntamientos ya se han puesto en contacto con responsables del municipio para conocer de cerca cómo se organiza este operativo y qué pasos seguir para adaptarlo a sus propias realidades. Algunos expertos incluso apuntan que esta estrategia podría convertirse en un modelo de actuación ante casos similares en otras partes del país. Lo que ha ocurrido en Alguazas no es solo una historia de éxito contra la okupación, sino también un ejemplo de cómo una comunidad puede unirse frente a un problema que afecta a todos. Vecinos, propietarios, autoridades locales y fuerzas del orden han colaborado con un objetivo común: recuperar sus barrios y devolver la tranquilidad a sus calles. La experiencia demuestra que, con determinación, organización y un poco de ingenio, es posible hacer frente a un problema tan complejo como la okupación. Y, quién sabe, quizás dentro de poco, otros pueblos y ciudades sigan el ejemplo de este rincón murciano donde, literalmente, se han cerrado las puertas a los okupas… con ladrillos y cemento.