Septiembre de 1982 es una fecha grabada a fuego para los Grimaldi. El día 13 de ese mes, Grace Kelly tuvo un derrame cerebral mientras conducía su Rover 3500 por las carreteras de la Costa Azul , perdió el control del vehículo y sufrió un accidente que le costó la vida. Aquello elevó a la categoría de mito a una Princesa cuya vida no fue precisamente un cuento de hadas. Grace nació en 1929 en Pensilvania (Estados Unidos) en el seno de una familia adinerada , lo que le permitió disfrutar de una infancia llena de privilegios en una época de gran escasez para la mayoría de sus compatriotas. Contaba una de sus biógrafas que, al ser una niña tímida e introvertida, « nunca llegó a encajar con su familia, gregaria y competitiva». Siendo muy jovencita abandonó el nido para intentar cumplir su sueño de ser actriz. Se trasladó a Nueva York para estudiar artes escénicas y se puso a trabajar como modelo publicitaria para pagarse los estudios sin tener que depender económicamente de su familia. Tras graduarse, empezó a aparecer en dramas televisivos en directo, obras de teatro y películas dirigidas por maestros como John Ford o Alfred Hitchcock , del que una vez dijo que se lo enseñó todo sobre el cine. En 1955, convertida ya en la actriz más cotizada de Hollywood y en un icono mundial de la moda, conoció al príncipe Rainiero III mientras rodaba 'Atrapa a un ladrón' en la Costa Azul. Al regresar ella a Estados Unidos, comenzaron a escribirse cartas en secreto y al cabo de unos meses se produjo el flechazo. O eso al menos sostienen algunos, puesto que la mayoría de los cronistas aseguran que en realidad tenían muy poco en común y lo suyo fue un arreglo. En esa época, Grace anhelaba casarse y tener hijos cuanto antes, como ya habían hecho casi todas las mujeres de su entorno, y necesitaba cambiar de aires. «Creo que en realidad odiaba Hollywood sin saberlo », confesaría luego. «Era un lugar despiadado, lleno de gente muy insegura y plagada de problemas. La desdicha que se transpiraba era como la niebla: lo envolvía todo. Yo no quería tener que seguir con esas ilusiones sobre la juventud cuando fuera mayor». Raniero, por su parte, andaba buscando una esposa a la desesperada. Según Juan Tejero , autor del libro 'Grace Kelly: hielo al rojo vivo', el Príncipe había comenzado su reinado con su hermana conspirando para destronarle y con serios problemas económicos : «El Casino y la Sociedad de Baños del Mar estaban en quiebra técnica. A ello se añadió una retahíla de escándalos como la quiebra de la banca monegasca y el descubrimiento de una serie de sobornos que implicaban al príncipe». Ahí surgió la figura del padre Tucker, sacerdote del susodicho, al que se le ocurrió que «aquello solo podía arreglarlo un golpe de efecto. Hacía falta un escaparate publicitario y, en estos casos, lo más apropiado era una boda». Así pues, Rainiero cruzó pronto el charco para conocer a la familia de la actriz ganadora de un Óscar y pedir su mano . La pareja anunció su compromiso en enero de 1956, en la residencia familiar de la novia, tras lentas y complejas negociaciones. «Una cuestión parecía particularmente espinosa: la dote », escribió Tejero. «El problema era realmente grave porque el padre de la prometida, Jack Kelly, se resistía a entregar a su hija 'al Príncipe en quiebra de un país que nadie conoce', y mucho menos a pagar por ello. Los abogados del Principado, por su parte, insistían en esta tradición de la vieja nobleza europea y exigían desorbitadas sumas que, al final, con la buena voluntad de todos, quedaron reducidas a la módica cantidad de dos millones de dólares». Tres meses después de hacerse oficial el compromiso matrimonial, la pareja celebró una boda que alguien definió como « un cruce entre un circo y una ópera cómica ». Grace zarpó de Nueva York en el SS Constitution para abandonar la meca del cine de forma definitiva y empezar una nueva vida como Princesa de Mónaco. Pero tampoco fue un camino de rosas su establecimiento en un lugar donde no dejaba de ser vista como una actriz extranjera que, de repente, se convertía en su Princesa. «Grace pasó de ser una actriz de éxito internacional, independiente y admirada en Hollywood, a vivir en un pequeño principado donde su rol estaba estrictamente definido como consorte», explica a nuestro periódico el escritor. « Perdió de golpe la libertad creativa , las amistades profesionales y la posibilidad de continuar una carrera que le apasionaba. La transición de estrella de cine a Princesa obediente la hizo sentir atrapada, como han relatado allegados en varias biografías. Al principio, buena parte de la población vio su boda como un espectáculo hollywoodiense , casi una maniobra publicitaria para darle glamour al pequeño Estado». Sin dejarse vencer por la presión, la americana trabajó duro para ganarse el respeto de sus nuevos súbditos y hacer frente a todas las obligaciones de la vida regia. La más apremiante, como bien apunta Megan Hess en su libro 'Grace Kelly. La princesa que marcó estilo', consistía en tener un hijo , heredero al trono. «Sin un heredero, el principado sería gobernado de nuevo por los franceses y, para los monegascos ello significaba pagar tributos, algo sumamente importante para una población acostumbrada a una vida exenta del impuesto sobre la renta». De hecho, antes de poder aceptar oficialmente la proposición del príncipe, la estadounidense tuvo que someterse a pruebas de fertilidad . Y también pasó por el mal trago de permitir examinar su virginidad, que aseguró haber perdido montando a caballo. Por suerte no tardó mucho en quedarse embarazada. En 1958 dio a luz a su primera hija, Carolina y, sucesivamente, a Alberto y Estefanía. Durante esos años, Grace se dedicó con ahínco a la maternidad y cumplió con las obligaciones de la corona. Entre otras cosas creó y presidió el solidario Baile de la Rosa , fue nombrada presidenta de la Cruz Roja de Mónaco y puso en marcha la primera guardería del principado, lo que permitió a las mujeres salir de casa para ir a currar. En el 62, Hitchcock estuvo a punto de conseguir que regresara a Los Ángeles para protagonizar su filme 'Marnie, la ladrona', sobre una ladrona frígida y de baja cuna que es violada en su luna de miel. A ella le gustó la idea, pero Rainiero y el protocolo impidieron que la rodara . Su sobrina Joanna Spencer escribió un libro, 'Grace: Une princesse désenchantée', donde se asegura que, con el paso del tiempo, a Grace cada vez se le fue haciendo más cuesta arriba subordinar sus deseos a la voluntad de un marido acostumbrado a que se le obedeciera. «Detrás de la imagen idílica de cuento de hadas, se hablaba de tensiones, de la soledad de Grace y de sus deseos frustrados de regresar al cine», apostilla Tejero. «Uno de los rumores más persistentes sostiene que ella llegó a pensar en separarse , pero no dio el paso porque, según un acuerdo firmado antes de la boda, en caso de divorcio perdería la custodia de sus hijos, herederos directos al trono. Aunque nunca se ha mostrado un documento que lo confirme, resulta verosímil: en una dinastía, la sucesión es un asunto de Estado. Grace nunca lo reconoció en público y mantuvo hasta el final la imagen de Princesa dedicada, pero la sombra de aquel supuesto contrato sigue alimentando el mito de su vida marcada por el sacrificio ».