Cuatro años de trabajo y un reto personal han permitido al delegado local de Cruz Roja en Elche sacar luz de la oscuridad y poner en valor no solo una casa señorial sino la figura del artista que hay tras su historia y lo que supuso su labor en un momento de la memoria en la cual las palmeras no eran patrimonio de nadie más que de empresas que hacían crecer la ciudad a costa de su tala. Más allá del trabajo que demuestra en su quehacer diario la institución con cientos de necesitados, está el ADN de las personas que están detrás del proyecto de restauración de la Casa Mezquita y del compromiso de empresas, como se trata de Selva y de Segalca, que han participado en la primera fase de una obra que queda ya para la posteridad. Difícilmente una sociedad avanza sin entender ni conocer su pasado, de aprender de lo que otros hicieron, como José María López Mezquita, quien da nombre a la casa Mezquita, o «mesquita», sin se prefiere en su acepción más valenciana-ilicitana.