Los autócratas y los 'tech bros' quieren vivir para siempre

Esta tecnología, cuando llegue, no estará disponible para todo el mundo. Inevitablemente será prohibitiva para todos excepto para los más ricos. Estamos viéndolo ahora mismo con medicamentos como el Ozempic “Vivir hasta 150 años”: un micro abierto capta a Putin y Xi Jinping charlando sobre inmortalidad y trasplantes de órganos Estaba en la cama haciendo scroll en mi móvil cuando leí el siguiente titular: Un micro abierto caza a Xi y a Putin discutiendo el trasplante de órganos y la inmortalidad . Me llevó mucho tiempo volverme a dormir después de aquello. Todavía no, pensé. Me enorgullezco de mi presciencia, pero no estaba preparada para el futuro que había imaginado que llegaría tan pronto. Desde 2017, he estado pensando en las implicaciones de la investigación sobre la longevidad, haciendo bosquejos de posibles futuros: los cambios en la sociedad, las complicaciones y subculturas. Este año publiqué el resultado de mi experimento mental, Quién quiere vivir para siempre [Who wants to live forever], una novela de literatura especulativa. Sigue a Yuki y a Sam, una pareja en una encrucijada al mismo tiempo que un nuevo medicamento llamado Yareta —que extiende la esperanza de vida humana por 200 años y preserva la juventud— pasa a estar disponible. Sam lo toma, Yuki no, y la novela sigue las repercusiones mientras el mundo cambia a su alrededor. La historia termina en 2039. Ingenuamente, considerando los billones siendo inyectados en la investigación sobre la longevidad por tipos como Peter Thiel, Jeff Bezos y Bryan Johnson (objeto del documental publicado en Netflix este año 'No te mueras: El hombre que quiere vivir para siempre'), pensé que ese es el tiempo que le llevaría a mi ficción para convertirse en realidad. Pero los 'tech bros' y los autócratas se están moviendo mucho más rápido, haciendo que la cuestión de las esperanzas de vida extendidas sea más urgente. Como dijo el escritor de ciencia-ficción William Gibson: “El futuro ya está aquí. Simplemente está distribuido de forma desigual”. No soy inmune al canto de sirena de una vida más larga. Como anciana milenial que soy, estoy obsesionada con mi máscara LED y mi tabla de Trello, y la implacable marcha del tiempo siempre en mi mente. Mi novela está contada desde el punto de vista de cinco personajes que tienen opiniones contrapuestas sobre la inmortalidad, y yo me conmuevo por todos ellos. Pero cuando se trata de líderes autoritarios viviendo para siempre, no tengo dudas: es una perspectiva de pesadilla. Especialmente cuando uno de ellos —Vladímir Putin— según se informa se ha bañado en la sangre de cuernos de ciervo siberiano por sus supuestas propiedades antienvejecimiento. Hay algo espantoso sobre estos líderes deseando acaparar tiempo, acaparar vida, cuando sus regímenes están acortando las vidas de aquellos en Ucrania y Myanmar a través de acciones militares e intervención. Nuestros líderes políticos deberían ser quienes regulasen esta nueva tecnología, no corriendo para ser parte de ella. ¿Alguno de ellos ha pensado en las consecuencias sociales? Por suerte yo sí lo he hecho. Esta tecnología, cuando llegue, no estará disponible para todo el mundo. Inevitablemente será prohibitiva para todos excepto para los más ricos. Estamos viéndolo ahora mismo con medicamentos como el Ozempic: aquellos que tienen el dinero y la inclinación sueltan centenares de dólares al mes mientras otros acuden al mercado negro, en muchas ocasiones terminando en Urgencias, vomitando sangre. Estadísticamente, en el Reino Unido los más ricos son hombres blancos mayores que viven en Londres y el sureste del país. ¿Cuál será el efecto dominó del mantenimiento de este tipo de demografía desproporcionada, tal y como es, bloqueando oportunidades para otros a su alrededor y para las generaciones más jóvenes que llegan? En mi novela, un personaje llamado Maya se ve obligado a tomar Yareta para avanzar en su carrera —sin el tiempo extra, podría no recibir nunca un ascenso—. Incluso Elon Musk, que en 2022 aseguraba haber subido su cerebro a la nube, podría ver esto, diciendo: “Si vivimos para siempre, podríamos convertirnos en una sociedad muy osificada en la que las nuevas ideas no logran triunfar”. El año pasado anunció que preferiría estar muerto que llegar a los 100 años, un alivio para todos. Esta disparidad no es, por supuesto, nada nuevo. En Inglaterra, ya existe una brecha de 19 años en la esperanza de vida saludable entre las áreas más acomodadas y las que menos. Un medicamento como Yareta solo la ampliaría aún más. En mi ficción, esta división lleva a la emergencia de un nuevo sector de trabajo dotado de una subclase de Ayudantes que llevan a cabo el trabajo “arriesgado” que aquellos que toman Yareta ya no quieren hacer, como conducir, usar cuchillos o subir escaleras. Como ningún medicamento puede eliminar el riesgo de una muerte accidental, se implanta una cultura intensiva de salud y seguridad, dando lugar a acaudalados “llaves inglesas” llevando cascos y collarines mientras siguen con sus vidas, envueltos como jarrones Ming mientras los Ayudantes sirven como una fuente renovable de trabajo, cada uno una mariposa viviendo por un breve lapso de tiempo en comparación Esto es solo el trabajo. El orden social en sí mismo se verá agitado. Aplicaciones para ligar que filtran por usuarios que toman la droga. Padres de la misma edad que sus hijos. Sobrepoblación, o permisos de natalidad. Relaciones agotadas porque uno de sus miembros envejece mientras el otro no (como con Peter Pan y Wendy Darling, o Buffy y Ángel, esta dinámica es difícil de sostener). El romance siempre ha conllevado un límite temporal no mencionado: “para siempre” solo tiene sentido porque nuestras vidas no lo son. En mi mundo imaginado, el matrimonio da lugar a la Ceremonia de los Siete: votos renovados o descartados cada siete años. Personalmente, tengo ganas de envejecer, de encontrarme con mi cara envejecida y acumulando más sabiduría de la que pueda transmitir. Y entonces si soy muy afortunada y he vivido hasta una vejez madura, anhelo dejar todo ir. ¿Quién querría ser Jeff Bezos, presidiendo un imperio de cajas de cartón para la eternidad? Preferiría ser una mariposa y dejar un lugar para aquellos que están por venir. Las palabras del poeta Joseph Fasano en un poema publicado recientemente siguen sonando en mi cabeza: “Gobernante, los niños te sobrevivirán”. Espero que tenga razón.