Cabo Verde celebra este año el 50 aniversario de su independencia. Justo medio siglo después de abandonar el yugo colonial portugués, la bandera de caboverdiana ondeará en el mayor escaparate deportivo a nivel mundial: el país estará por primera vez en la Copa del Mundo de fútbol. Un logro que trasciende el deporte; se trata de una reivindicación cultural, un espejo de la dignidad nacional. Porque el mérito de Cabo Verde es tremendo. Este archipiélago de origen volcánico compuesto por quince islas será con sus 4.000 kilómetros cuadrados y su cerca de medio millón de habitantes el país más pequeño en participar en un Mundial –desplaza a Trinidad y Tobago, que en 2006 concursó con sus 5.000 kilómetros– y el segundo con menor índice de población de la historia en acceder al torneo tras Islandia, que tomó parte en 2018 con sus poco más de 400.000 ciudadanos.