La política de resultados parte de la base de que la paz se construye con edificios: el incentivo económico como sustituto de la justicia política. Trump cree que la prosperidad hará olvidar el anhelo de ciudadanía de los palestinos, y se conformarán con sobrevivir como súbditos ANÁLISIS | Por qué la guerra no ha llegado a su fin, por mucho que Trump proclame la paz en Gaza ¿Qué clase de artefacto era? Lo vimos pasar, volaba muy rápido y no nos dio tiempo a identificarlo a primera vista. Necesitábamos tiempo: ¿qué era ese acuerdo que ha conseguido de momento un alto el fuego? El logro no es menor: se estaba produciendo un genocidio y se ha detenido. El pacificador lo llamó plan de paz y no lo es, pero no basta con saber lo que no es, resulta necesario desentrañar qué es. Seguíamos mirando el artefacto para comprenderlo, cuando de pronto, ¡chas!, él ya salía al escenario. Pero ¿qué clase de pacificador sale a varios escenarios a la vez, por la mañana en la Knesset, por la tarde en Sharm-el-Sheij, con cara de estar celebrando su gran fiesta de cumpleaños? Se nos acumulaba el trabajo: analizar el artefacto y ahora también el pacificador exuberante, mientras él ya pasaba lista y charlaba de otros temas inconexos -el gasto en Defensa, por ejemplo-. Estaba eufórico el pacificador. ¿Eufórico por qué? Ahora empieza lo difícil, lograr una paz duradera en Oriente Próximo. Pero se ha subido al Air Force One y nos deja con las preguntas en el aire: ¿qué ha pasado aquí para ser exactos? A mi juicio -y nuestra obligación es poner el juicio a trabajar- está cambiando algo más que las formas, se trata de nuevos principios políticos que estructuran las relaciones internacionales y las cambian de raíz. Pero nuestro pequeño juicio no da más que para una intuición elaborada cuando todo sucede al mismo tiempo. Trump marca los albores de una nueva forma de liderar la política internacional, basada en la ética empresarial, es decir, la ética de los resultados. La ética de los resultados es consecuencialista, se fija en el éxito o fracaso final. Todo lo que suceda en medio solo importa si contribuye al resultado. En Sharm-el-Sheij, que más que una cumbre era un show , se ha consagrado el viejo lema: “el fin justifica los medios”. En la ética de resultados, lo importante es el ‘qué’: parar las bombas, canjear rehenes por presos y que entre ayuda humanitaria a Gaza, sin importar el ‘cómo’. Por eso nos ha dado lástima a algunos ver a António Guterres de palmero. La ONU es, por definición, la institución de los procesos. Anteayer ha terminado de colapsar. Y lamento decirlo, porque sigo creyendo que es el mejor método inventado por la humanidad para lograr la paz. El pacificador-emperador la ha reemplazado mientras soplaba las velas. En la ética empresarial de resultados, los métodos dan igual. Lo importante es producir algo. Trump quiere que este acuerdo produzca en Gaza un resort turístico, inmobiliario y tecnológico, en el que él mismo y su familia -singularmente su yerno, Jared Kuschner- tienen intereses particulares. Pero como nos explicó Hannah Arendt, la política es un fin en sí mismo: muchos de los bienes que produce son intangibles e imposibles de medir y, por tanto, despreciables para una ética de resultados. No solo faltan los palestinos en este acuerdo. La legitimidad, la soberanía, el derecho internacional, la democracia, la justicia… todas estas ideas tampoco han sido invitadas. Pronostico que se cobrarán su venganza, porque no hay paz duradera sin ellas. La política de resultados parte de la base de que la paz se construye con edificios: el incentivo económico como sustituto de la justicia política. Trump cree que la prosperidad hará olvidar el anhelo de ciudadanía de los palestinos, y se conformarán con sobrevivir como súbditos. Una economía estable es necesaria, por su puesto, pero la paz no se construye con promociones inmobiliarias, sino con cultura de paz (y al enunciar la tautología, constato cuánto hemos descendido en las últimas horas). La ausencia más sonora en Sharm-el-Sheij fue la de la idea de democracia, que es el proceso por excelencia. Pero claro, ¿iba a reivindicarla Al Sisi? Europa tiene mucha tarea por delante: lograr para la región y para los palestinos lo que queremos para nosotros: soberanía, dignidad, justicia, igualdad. Pero habrá que empezar con modestia: defendiendo los procesos como parte indisoluble de los resultados. Lo demás no es política, es negocio.