No le han dado el Nobel de la Paz, pero está encantado de haberse conocido. Donald Trump convirtió en un show su intervención en la firma del acuerdo de paz en Gaza. La estrella era él, por encima de presos y rehenes liberados, de la buena gente palestina e israelí que quiere que paren las armas, de las decenas de miles de asesinados. El presidente de EEUU actúa ante el atril no como un mandatario cuyas decisiones afectan a todo el mundo, sino como el conductor de un late show que improvisa chistes y lanza ocurrencias a los espectadores.