Virginia Bautista/ Enviada MONTERREY. Los regios de colonias como Independencia y La Campana “querían un territorio donde se sintieran a gusto, por eso reinventaron Colombia y su cumbia. Se refieren al país como Colombia chiquita o Cholombia; y rebajaron el ritmo de la cumbia, mezclándolo con otros instrumentos. Es una defensa de la cumbia, bajo otras miradas”, comenta Jaime Andrés Monsalve (1974). Así explica el crítico musical colombiano la subcultura urbana denominada “cholombianos”, que se consolidó en Monterrey hace unas dos décadas, que fusiona la estética de los "cholos" chicanos con la cumbia del país sudamericano. Esta tribu se caracteriza por su ropa holgada, peinados de patillas largas, tenis personalizados, camisas hawaianas y un gusto por la "cumbia rebajada". “Aunque el movimiento original disminuyó debido a la discriminación y la persecución social, su legado cultural sigue presente en la ciudad”, explica. En entrevista con Excélsior , el jefe musical de Radio Nacional de Colombia, que forma parte de la delegación del país invitado de honor a la 33 Feria Internacional del Libro Monterrey, detalla que la cumbia llegó a Monterrey hacia la década de los 60; pero que fue objeto de una “asombrosa” transformación. “Las transnacionalidades de la cumbia han sido elocuentes. Sorprende ver cómo muchos países se han adueñado de ella como si se tratara de un género propio, con gran cantidad de particularidades. “Es increíble que esta música, que tiene una cuna rural, porque nació en el campesinado del Caribe colombiano, se haya circunscrito a un asunto completamente urbano. No sólo me refiero a Monterrey, sino a lo que pasa en Buenos Aires, en Santiago de Chile, en el Amazonas peruano, en las zonas del norte de Quito, Ecuador y Centroamérica”, agrega. Para el periodista, “la cumbia gusta por su compás, que es muy cadencioso, fácil de escuchar y de mezclar; por eso se asentó en terrenos que están siempre al margen. “La cumbia se volvió el himno de lo marginal, de los asentamientos, las colonias, de las villas, donde hay problemas sociales y carencias”, detalla. “Cada lugar la adaptó a sus necesidades. En Monterrey, por ejemplo, se mezcló muy bien con el acordeón; al contrario de la Ciudad de México, donde fue más tropical, tipo el formato de orquesta, como Rigo Tovar. “La posibilidad de escuchar el sonido rebajado dice mucho del gusto del mexicano. Fue un hallazgo por accidente. Dicen que por colgarse muchos de un mismo cable de luz, se bajó la energía y surgió así un ritmo más lento que gustó. Ya es una firma de estos territorios”, dice. Indica que es asombrosa la estética que se ha desarrollado alrededor de este fenómeno musical. “He visto tatuajes que dicen Colombia, que tienen un acordeón o la leyenda ‘ballenato y cumbia’. Y esa manera de bailar, con la punta del pie y los brazos abiertos, como gavilán. Hay una búsqueda de pleito con sus pares, una especie de batallas de baile. Lo asocio con las pandillas”, expresa. Esta manifestación cultural es la que promueven Eduardo Rivera (El Cholo Colombia) y Claudia Sandoval (Cayita). “Entrevistamos a los cholos, recorremos sus colonias y comunicamos sus ideas”. En entrevista por separado, Rivera señala que, para los cholombianos, “la Virgen y San Juditas significan esperanza y fe; y el rosario, protección y penitencia. Se saludan dando un golpecito hombro con hombro. La lealtad es muy importante. Volvieron a tener auge por los eventos culturales de ballenatos que se realizan en la ciudad”. Dice que, aún hoy, “la discriminación es fuerte. La gente les pone malas caras, piensan que los van a robar, les tienen miedo. Por eso, queremos comunicar que no les teman. Antes eran violentos, pero ahora no. Que su gusto por la música es grande y que forman parte de estos grupos, porque buscan identificarse, pertenecer”. Alejandro Morales, encargado de asuntos culturales de la Embajada de Colombia en México, le adelantó a Monsalve que trabajan en el plan de promoción cultural La Ruta de la Cumbia. Contenidos Relacionados: Nuevas formas de acercarse al libro en la 33 FIL Monterrey Los libros fundamentales para conocer a László Krasznahorkai, Nobel de Literatura 2025 Juliette Binoche: lo único que quiero es ser libre