Antonio del Corro huyó de Sevilla en 1557, porque tenía fundadas sospechas de que la Inquisición lo tenía en la mira. Otros monjes jerónimos como él, entre ellos Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera (el primero, traductor de la Biblia al español y publicada en 1569; el segundo, revisor de la mencionada traducción que fue impresa en 1602), también siguieron el camino del exilio por motivos de conciencia.