Nuestra política exterior no puede estar sujeta a los caprichos personales de nuestro presidente. Las relaciones son de Estado a Estado. Con Estados Unidos pasamos de tonterías como las groserías de Néstor Kirchner en Mar del Plata al entonces presidente Bush, los disparates de Cristina Fernández acomplejada por la indiferencia de Obama que decía “Si me pasa algo miren al norte”, a la situación actual en que los dislates cometidos en estos dos años nos llevan a actitudes de seguidismo y tolerar intromisiones que conspiran contra los intereses permanentes del país.