En una pomposa ceremonia en el balneario egipcio de Sharm El-Sheikh, el presidente Donald Trump se presentó —otra vez— como el arquitecto de una “paz histórica” en Medio Oriente. Rodeado de banderas y flanqueado por 29 jefes de Estado a los cuales se dirigía como si fueran sus alumnos de escuela, el mandatario proclamó haber logrado una paz duradera entre Israel y los palestinos, y cambiado el destino de la región. Más allá de todo el espectáculo, el documento firmado está muy lejos de ser un acuerdo de paz.