El eje intestino-cerebro que influye en nuestra salud mental y física

¿Alguna vez te has preguntado por qué, al recibir una mala noticia, sientes un “nudo en el estómago” o ganas de vomitar? ¿O por qué, al ver a alguien que te gusta, aparecen esas famosa “mariposas en el estómago”?Lo que parece un simple reflejo emocional tiene una explicación científica. Durante mucho tiempo se pensó que el cerebroera el único centro de mando del cuerpo humano, pero hoy se ha demostrado que existe un diálogo constante con otro órgano fundamental: el intestino. ¿Por qué el intestino y el cerebro están conectados y cómo afecta esto nuestra salud?Esta conexión conocida como eje cerebro–intestino es la explicación al hecho de sentir en el estómago lo que pasa en nuestra mente; es bidireccional, lo que significa que también lo que sucede en el intestino impacta en el cerebro.La doctora Alejandra Romero, delegada del Instituto Danone y responsable del área científica de Danone México, explica que este sistema funciona como una red compleja en la que participan el sistema nervioso, el inmunológico, diversas hormonas y en especial, la microbiota intestinal.Esta última está compuesta por miles de microorganismos —bacterias, virus y hongos— que lejos de ser dañinos como suele pensarse, cumplen funciones vitales como producir vitaminas, ayudar a digerir los alimentos e incluso se encargan de producir sustancias como la serotonina—neurotransmisor de la felicidad—.“Si tienes una microbiota equilibrada, vas a tener una buena producción de serotonina, pero si llegas a tener un desequilibrio, estos neurotransmisores viajan a través de el eje intestino-cerebro y puede generar problemas como depresión, ansiedad o afectar tu estado de ánimo”, explica Romero.Investigaciones recientes también han relacionado la microbiota intestinal con enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer y además se ha detectado que 70 por ciento del sistema inmune se encuentra en el intestino, subrayando la importancia de este eje.Aunque parezca sorprendente, este universo microbiano comienza a formarse incluso antes de nacer. Hoy se sabe que el bebé recibe parte de la microbiota de su madre en el útero y que este traspaso continúa durante el parto y la lactancia.A partir de ahí, la alimentación, el entorno y los hábitos de vida moldean ese conjunto de microorganismos que según la especialista es tan único como una huella digital, pues no hay dos iguales.Durante la infancia, este eje juega un papel determinante en el desarrollo cognitivo y emocional. Los ácidos grasos esenciales que producen algunas bacterias son cruciales para el crecimiento del cerebro, mientras que la producción de neurotransmisores influye directamente en la regulación de las emociones; de ahí la importancia de fomentar, desde los primeros años de vida, hábitos saludables, como una dieta variada y equilibrada, actividad física y descanso adecuado.​¡Ve al baño!Uno de los problemas más frecuentes que refleja un desequilibrio en la microbiota es el estreñimiento, que aunque suele normalizarse socialmente, afecta la salud y la vida diaria. Romero explica que este padecimiento es multifactorial, e incluye una microbiota intestinal desequilibrada, baja ingesta de fibra, hidratación insuficiente o estrés y ansiedad.Todo está ligado: cuando la microbiota no es diversa, la motilidad intestinal se ve afectada y, aunque el intestino se mueva correctamente, si las heces son demasiado duras o secas, será difícil expulsarlas. Además, situaciones de estrés o falta de sueño alteran la motilidad a través del eje intestino–cerebro, lo que puede generar estreñimiento incluso en niños.La especialista recomienda seguir los pasos para mantener el equilibrio de la microbiotaintestinal y mantener una hidratación constante, ya que “si no damos al intestino suficiente líquido, es como querer que una tubería funcione sin agua”.El eje cerebro–intestino demuestra que la salud digestiva no puede verse aislada. Se trata de un sistema que conecta el cuerpo y la mente, influye en el sistema inmune y puede marcar la diferencia en la calidad de vida desde la infancia hasta la edad adulta.El reto, según Romero, está en normalizar la importancia de estos hábitos. Así como nos enseñaron a lavarnos los dientes todos los días, necesitamos enseñar a los niños que comer fibra, hidratarse, dormir bien y aprender a manejar el estrés son pilares básicos de salud.JLR