La coronación de la sangre

Tres historias separadas en el tiempo, pero unidas por la misma sensación de perplejidad frente a las maravillas de la Creación, concurren hasta formar un solo cuerpo en El corazón habitante (Almadía) de Daniela Tarazona: una mujer de la era prehistórica, que gruñe y tiene hambre, pinta ciervos y caballos en las paredes de una cueva mientras su compañero sale de caza; el anatomista inglés William Harvey disecciona animales y seres humanos para dar con el mecanismo que hace posible la circulación de la sangre; un cosmonauta prepara su regreso a la Tierra después de una temporada experimental en el espacio exterior. Son tres representaciones de nuestra manera de estar, y no estar, en el mundo.Tarazona parece desandar los pasos de Gregory Bateson, quien a inicios de la década de 1970 sentó los principios de una ciencia de la “ecología de la mente”: las ideas forman un sistema viviente que hace posible conectar realidades que, en la superficie, son irreconciliables. No sospechamos vínculos entre la contemplación primigenia de las estrellas, la disposición de objetos quirúrgicos en un anfiteatro de la Inglaterra del siglo XVII y el asombro humano frente a la estructura inteligente de una nave desde la cual se avista un satélite muerto, pero Daniela Tarazona consigue trazarlos con delicadeza y sentido de las relaciones entre el género humano y todas las formas de vida o de existencia.De los tres protagonistas, prevalece la curiosidad y la fiereza de esa mujer que mira atónita cómo llueve y más tarde machaca los frutos para obtener la materia con la cual articulará un nuevo lenguaje, sin propósito alguno. Tristes y aun desoladoras son, en cambio, las estampas finales del anatomista y el cosmonauta. Se han quedado sin nada, Solo tienen el cuerpo y la conciencia deshechos.Se trata, por supuesto, de la sangre, de sus caminos, de los delirios que provoca, de sus irrupciones. Su imagen trae la figura de un cuerpo desmembrado, la súbita interrupción del habla o un cuenco rebosante o una presa servida como alimento o… Y toda ella ofrecida mediante una escritura que respira acompasadamente, sin prisas, transparente y ligera, como una compañía siempre deseada.AQ / MCB