Morboria desata el avispero en Toledo: la irreverencia escénica de Rojas Zorrilla

Morboria, que lleva cuatro décadas celebrando el arte escénico con entusiasmo contagioso y saludable irreverencia, nunca le ha temido a lo extravagante. Más bien lo cultiva con esmero . Su teatro -llamémoslo morbórico sin pudor ni comillas- se enreda gustosamente en los hilos del ovillo barroco, ese que, cuando se suelta, tiende a lo barroquizante con vocación de exceso, lo que en arquitectura sería el estilo churrigueresco. En esta ocasión, la compañía nos propone una versión de 'Lo que son mujeres', comedia publicada en 1645 por Francisco de Rojas Zorrilla, donde el juego teatral y la desmesura no son accidentes, sino ingredientes esenciales del festín escénico. La trama, como buena comedia de figurón, se articula en torno a dos hermanas huérfanas que parecen diseñadas por un entomólogo social : Serafina, la mayor, es bella y desdeñosa, convencida de que los hombres son una plaga grosera y ridícula; Matea, la menor, menos agraciada pero más fogosa, se enamora con la facilidad de quien confunde el corazón con una mecha. Como es de esperar, la pasión de la segunda irrita a la primera, que amenaza con recluirla en un convento —no por vocación religiosa, sino por desesperación doméstica. Para que el enredo prospere, aparece Gibaja, casamentero de oficio y 'alcahuete a lo divino' por vocación, personaje que parece salido de un tratado de zoología moral. Su misión: capitalizar los rumores sobre la disposición nupcial de las hermanas, aunque lo que realmente busca es agitar el avispero. 'Lo que son mujeres' se despliega con tono lúdico y espíritu carnavalesco , mezclando el enredo amoroso con una comicidad que roza lo caricaturesco. La solución a los conflictos es algo insólito en este tipo de teatro: no hay ni casamientos ni muertes. La obra es un ejemplo brillante del teatro de entretenimiento del Siglo de Oro , con diálogos ágiles, situaciones disparatadas y una saludable falta de respeto por las convenciones sociales. No es de extrañar que, en su tiempo, la obra recibiera alguna que otra crítica por el uso de latinajos religiosos, aunque las censuras fueron más anecdóticas que efectivas. Pese a no figurar entre las comedias más representadas de Rojas Zorrilla, 'Lo que son mujeres' ha despertado el interés de estudiosos y teatreros por su tono irreverente y su juego con los estereotipos femeninos . La puesta en escena de Morboria resulta, por tanto, oportuna y reveladora: nos permite explorar el contraste entre Serafina y Matea, reflexionar sobre los modelos de feminidad en el Siglo de Oro y, de paso, constatar que el tópico de que «las mujeres son lo que la sociedad espera que sean» sigue coleando. La obra subvierte ese cliché con humor , y nos ofrece -como en un espejo deformante de feria- una imagen grotesca pero lúcida de los prejuicios masculinos, invitándonos a reírnos de ellos… y quizá también de nosotros mismos. Con estos mimbres -textuales, escénicos y musicales- Eva del Palacio ha tejido un espectáculo 'morbórico' en toda regla: barroco en su estética, jugoso en su ejecución y aderezado con esa salsa teatral que, como el buen gazpacho, se sirve fría, pero pica, divierte y deja regusto. La adaptación respeta el texto original con una fidelidad que no impide, sino que estimula, una dramaturgia creativa , especialmente en la segunda mitad del montaje, donde la imaginación escénica corre desbocada entre bailes anacrónicos, música envolvente, gestualidad popular y un humor que, aunque no alcanza la carcajada, sí provoca sonrisas cómplices. En la dramaturgia conviene destacar como uno de los atractivos la presencia de música de piano en directo , que, además de rellenar transiciones, perfila con un leitmotiv significativo a los cuatro personajes que encarnan a los pretendientes cada vez que irrumpen en escena. La estructura pergeñada presenta dos partes claramente diferenciadas, marcadas visualmente por un cambio en el vestuario -los trajes de época dan paso a ropa actual de colores vivos- y por la introducción de coreografías y números musicales contemporáneos . Resulta especialmente llamativa la interpretación cómica de un tango por Fernando Agudo en su papel de casamentero. La dicción del verso, afortunadamente, huye del sonsonete declamatorio y se resuelve con claridad y frescura . No obstante, la omnipresencia del piano como banda sonora -por momentos más protagonista que los propios diálogos- oscurece la inteligibilidad del texto, especialmente para los espectadores relegados a las últimas filas del patio de butacas, a quienes no llega con nitidez. Bien es cierto que la voz era natural, sin la amplificación que ya suele llevar en muchas representaciones, aunque los teatros tengan tan buena acústica como el Rojas. Donde la dirección alcanza su objetivo con holgura es en la construcción de un espectáculo burlesco con tintes satíricos , potenciado por una expresividad corporal eficaz y una caracterización precisa de los personajes. La escenografía, minimalista pero sugerente, recrea un barroco colorista con pocos elementos, sabiamente complementados por un vestuario igualmente cromático, que parece salido de una paleta de Velázquez pasada por el filtro de Almodóvar. La interpretación, en conjunto, resulta correcta, aunque no exenta de excesos histriónicos, especialmente en los pretendientes, cuya comicidad se apoya más en la caricatura que en la verosimilitud. Brillan con luz propia Virginia Sánchez como Serafina y Fernando Aguado como Gibaja , ambos dotados de presencia escénica, versatilidad en el registro y una dicción que hace justicia al texto. El personaje de don Marco, encarnado por Ana Belén Serrano, queda algo desdibujado dentro del conjunto de los cuatro pretendientes. Poco afortunada resulta la intervención de Trajano del Palacio en el papel de criada, que se desliza hacia lo desangelado y lo descontextualizado, como si el personaje hubiera extraviado su GPS dramático. Este espectáculo, con su estética reconocible y su apuesta por la diversión sin renunciar al rigor, logra conectar con buena parte del público gracias a su carácter revitalizante del teatro clásico . Morboria y Eva del Palacio saben lo que quieren hacer, y lo hacen con convicción: lo popular, lo colorista, lo humorístico, lo musical, lo picantón y lo gestual se entrelazan en una propuesta que no exige al espectador grandes esfuerzos intelectuales, pero sí le garantiza un rato de entretenimiento, donde las mujeres ridiculizan a los hombres con desparpajo y sin pedir permiso. En suma, 'Lo que son mujeres', obra del toledano Francisco de Rojas Zorrilla, se revela como una reivindicación del teatro clásico vivo , accesible y festivo, donde la inteligencia escénica y el humor se dan la mano para redescubrir una joya olvidada del repertorio barroco. Y si el Siglo de Oro tenía algo de carnaval, Morboria lo ha entendido a la perfección : aquí se juega, se ríe y se piensa -aunque sea un poquito- entre bastidores. El público, que llenaba el Teatro de Rojas, se lo pasó bien y ha sonreído y aplaudido con ganas este espectáculo -quizá un poco largo-, lo que es de agradecer en estos tiempos en los que, como sociedad, andamos ya hartos de sandeces, despropósitos y trifulcas. Título: Lo que son mujeres . Autor: Francisco de Rojas Zorrilla. Versión y dirección: Eva del Palacio. Compañía: Morboria. Intérpretes: Fernando Aguado, Marina Andina, Virginia Sánchez, Ana Belén Serrano, Luna Aguado, Adolfo Pastor, Vicente Aguado, Paul Hernández, y Trajano del Palacio y el músico Miguel Barón . Espacio escénico: Eva del Palacio y Fernando Aguado. Vestuario: Eva del Palacio, Ana del Palacio y Fernando Aguado. Músicas: Miguel Barón. Diseño de iluminación: Guillermo Erice. Producción: Morboria S. L. Escenario: Teatro de Rojas.