Llegaron la primera vez al Teatro Central de Sevilla de la mano de Mauricio Sotelo con el cantaor onubense Arcángel en 2007; luego, el año pasado se presentaron con un programa integral Ligeti , mientras que en este recordaban el centenario del nacimiento de Pierre Boulez con las cinco primeras piezas de su 'Livre pour Quatuor' (I, II y IIIa, b y c) , aunque no incluía el IV movimiento, en el que habían colaborado los miembros del cuarteto con el compositor y que finalmente Philippe Manoury completaría, haciendo frente a numerosas dificultades no especificadas del todo tras la muerte de Boulez. La verdad es que la interpretación de Diotima se ajusta a este tipo de música desde la comprensión cercana a la del compositor, de manera que resulta lo más coherente posible, y así la sucesión de movimientos, dotados de autonomía -según el compositor- pudieran intercambiarse llegado el caso con total autonomía. La idea de una autonomía plena de las partes le venía de Mallarmé . Volvemos a destacar como en la anterior ocasión, la unidad tímbrica que presenta el cuarteto Diotima, así como la coordinación y sincronía absoluta en una partitura que acumula tantos 'tics' contemporáneos -al adolecer de los elementos habituales de la música-, conjunciones que deben provenir de una compenetración de tantos años tocando juntos. Quizá el recurso que unifica las tres obras programadas sean los trémolos 'sul ponticello' (tocando el arco casi sobre el puente), un efecto turbador e inquietante que, junto a las imitaciones, amplias dinámicas y disonancias conformaron un desconcertante y breve final. Boulez quiso encarar a la tradición para afirmar su propia personalidad musical, afrontando sonatas de Beethoven con las suyas y luego fue el cuarteto de cuerdas, sobre todo los últimos de Beethoven, Bartók y sobre todo la 'Suite Lírica' de Berg . Ya desde el 'Allegretto gioviale' de esta suite bergiana , se notaba un cambio de atmósferas, alternando las más destensadas como esta, con la más desgarradoras; sin embargo, las ideas estaban más completas, más desarrolladas, y los sonidos se presentaban más superpuestos (por ejemplo, los violines con frecuencia se complementaban) que yuxtapuestos (Boulez). También estos contrastes resultaban diríamos que de carácter, caso del 'Andante amoroso' , de inicio como fugado, aunque luego se aunaran con la carnosidad no sólo de la música sino de los cálidos instrumentos, que culminaban en escalas que trenzaban movimientos entrelazados en el final. Este romanticismo podía chocar descarnadamente con ese expresionismo que nos seduce del compositor vienés, como el 'Presto delirando – tenebroso' , con hirientes 'glissandi', cañeros graves en el chelo, contextos cambiantes, que se fueron deshaciendo en el 'Largo desolato' : empieza en marcados 'pizzicati', y va definiendo más la tensión la presencia constante del oscuro chelo y finalmente la viola, que por cierto termina en un 'perdendosi' que Chevalier ejecutó con una delicadeza extraordinaria. Como decíamos, los últimos cuartetos beethovenianos estaban en la mente de Boulez, y así llegaba al 'Concierto de cuerda nº 16' en Fa mayor op. 135 de Beethoven que, sinceramente, parecía asumir en su interpretación toda esa carga tensional, a veces implacable, de las dos piezas anteriores, sobre todo en las dinámicas, que seguían manteniendo a volúmenes extremos; sin embargo, la intensidad expresiva pudo conmovernos en el 'Lento assai' que, aquí sí, mantenía la conexión con el 'Amoroso' de Berg. Y el nivel de afinación fue tal que se podía haber grabado el disco a la primera toma (por la afinación y por todo cuanto hemos reseñado), si no estuviera ya grabado.