Las tecnologías profundas son el nuevo terreno donde se juega el partido de la autonomía estratégica. Estas innovaciones de vanguardia , que requieren largos periodos de investigación hasta comercializarse, nacen con la vocación de ofrecer soluciones a los grandes desafíos de nuestro siglo, redefiniendo industrias enteras, por lo que son una pieza central en el puzle de la nueva economía . España cuenta con el talento necesario para alumbrarlas y puede (mejor dicho, debe) ser ambiciosa de cara a los próximos años porque ahora sí, tanto universidades como centros tecnológicos, administraciones públicas e inversores reconocen la importancia de las 'deep tech' para recuperar competitividad frente a Estados Unidos y China. Nuestro país ha dado pasos en la buena dirección, aunque aún sufre una brecha con los principales referentes europeos debido a lastres como la dificultad de las empresas para acceder a fondos especializados que financien proyectos, una capacidad industrial limitada para transformar el conocimiento generado en grandes compañías globales o una colaboración público-privada que no siempre ha sido todo lo ágil y robusta que se desearía. Cabe recordar que estos desarrollos son muy intensos en financiación y presentan una elevada incertidumbre sobre los futuros rendimientos, por lo que se hace necesaria la inversión pública para apalancar y motivar la inversión privada. «Sin el apoyo y los incentivos del Estado, poco capital privado se arriesgaría a invertir en innovación rompedora y en apoyar nuevas empresas innovadoras y la oportunidad es ahora», recoge el documento en el que el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades expone el porqué de la Estrategia Deep Tech que pretende aprobar y sobre la que mantiene abierta una consulta pública que expira hoy. En su viaje hacia un mañana más resiliente, a nuestro país se le abre una ocasión histórica para tomar la delantera en el ámbito de las 'deep tech' y así dejar de ser un mero consumidor de la tecnología de punta de terceros. Carolina Rodríguez, consejera delegada de Enisa (Empresa Nacional de Innovación), destaca como positivo que el ecosistema 'deep tech' español «se encuentra en una fase de crecimiento sostenido , aunque todavía estamos por debajo de los niveles de escalado de países como Alemania, Francia o los Países Bajos». El Gobierno se ha marcado como objetivo posicionar a España en la vanguardia de estas tecnologías basadas en ciencia avanzada y con alto contenido en I+D a través de planes como la mencionada Estrategia Española sobre Deep Tech , que Rodríguez considera que tendrá un efecto notable: «Este esfuerzo busca acelerar el ritmo de nuestro país en la creación de startups, scaleups y futuros campeones tecnológicos. Este contexto es importante porque impactará a su vez en el compromiso europeo en liderazgo en innovación y ciencia». No hay un catálogo cerrado de tecnologías específicas que puedan considerarse 'deep tech', pero el Instituto Europeo de Innovación y Tecnología propone un listado que revisa periódicamente y que incluye, entre otras, la computación cuántica , los materiales avanzados, la inteligencia artificial, la biotecnología, la microelectrónica, la fotónica y la energía. Preguntada sobre las áreas más prometedoras para nuestro país en el corto-medio plazo, la consejera delegada de Enisa identifica un amplio abanico. «Empezaría por aquellas que se apoyan en la inteligencia artificial y en modelos predictivos y sistemas autónomos. Seguiría con las relacionadas con nuevas energías y sostenibilidad, que están ayudando a luchar contra el cambio climático y reduciendo la dependencia hacia combustibles fósiles. Asimismo, mencionaría las que se asientan en la informática avanzada (computación cuántica, ciberseguridad avanzada o el desarrollo de algoritmos complejos). También es muy importante la biotecnología, con avances en edición genética , terapias celulares y diagnóstico de precisión». Por último, se refiere a las que usan tecnología espacial (satélites de observación, telecomunicaciones, navegación o incluso proyectos de minería espacial). Entre los hitos recientes, el lanzamiento desde Cabo Cañaveral del SpainSAT NG II, un satélite militar elaborado por la empresa española Hisdesat en colaboración con el Ministerio de Defensa o, en el ámbito de la cuántica, la inauguración el pasado mes de octubre, en San Sebastián, del IBM Quantum System Two , el sistema cuántico modular más avanzado del gigante informático, el primero de sus características instalado en Europa y el segundo fuera de los Estados Unidos. Según Miguel Vicente, presidente de Tech Barcelona, la realidad de nuestro país se caracteriza por una dualidad en la que coexisten puntos fuertes y asignaturas pendientes . «España lleva años generando ciencia y tecnología de primer nivel. Contamos con grupos de investigación de excelencia, infraestructuras científicas de referencia europea y un ecosistema que combina talento local e internacional, startups, 'hubs' tecnológicos de grandes corporaciones, fondos de inversión y una buena sintonía público-privada», comienza por destacar. Estos son los principales asideros a los que aferrarse para encarar lo que está por venir. La otra cara de la moneda se relaciona con la inferioridad de recursos del Viejo Continente, incluida España, en comparación con las regiones que encabezan la carrera tecnológica internacional. «Como sucede en buena parte de Europa, frente a ecosistemas como el estadounidense o el chino, tenemos menos músculo inversor para levantar grandes rondas de capital y una capacidad industrial más limitada para transformar ese conocimiento en grandes compañías globales». Cree que a pesar de que Europa está reaccionando para ganar soberanía tecnológica (y España lo está haciendo en la misma dirección), necesita más casos de éxito que consoliden su liderazgo para competir al ritmo que exige la competencia global. Áureo Díaz-Carrasco, director de Fedit, la Federación Española de Centros Tecnológicos, parte de la base de que las 'deep tech' tienen un componente de innovación disruptiva que surge alejado del mercado y un proceso de maduración (mediante inversiones continuadas) mucho más dilatado en el tiempo, por lo que no es fácil hacer llegar estas tecnologías a la sociedad, ni en Europa ni España, pero en el caso de nuestro país existen obstáculos añadidos. «Tenemos un sector empresarial excesivamente fragmentado, con poca capacidad de innovar y con dificultades para desarrollar e implantar tecnologías innovadoras (con más problemas cuanto más disruptivas son)», lamenta. Debido a ello, la creación de startups es uno de los medios más utilizados para trasladar las tecnologías profundas al mercado. «Las políticas públicas de I+D+I en España buscan revertir esta tendencia y fomentar las 'deep tech' como uno de los principales vectores de crecimiento de nuestra economía. Sin embargo, los datos de inversión en I+D+I en nuestro país siguen mostrando un crecimiento lento , especialmente en la parte de inversión privada, donde seguimos lejos del ideal de los dos tercios de fondos privados en el total de inversión en I+D+I (no pasamos de poco más del 50% de inversión privada año tras año)», señala como una losa. La falta de 'venture capital' que confíe en iniciativas 'deep tech' es otro de los elementos en contra. El presidente de Fedit asegura que si se habla con las empresas que desarrollan 'deep tech', la queja es que «no existe adaptación de los actuales modelos de inversión mediante capital riesgo a los procesos de maduración que necesitan y ponen como ejemplo que desde CDTI se esté intentando suplir esa carencia con su propio fondo de inversión ( Innvierte Deep Tech ). Y, además, sitúan ahí uno de los motivos por los que las tecnologías que tienen mayor probabilidad de éxito acaban siendo transferidas a Estados Unidos o el Reino Unido». Un reciente informe de Dealroom pone blanco sobre negro. El capital riesgo de España dedicó 300 millones de dólares al sector en 2024, muy lejos de los 3.000 millones de Francia o de los 2.700 de Alemania, y el dinero captado en nuestro país descendió un 4% interanual. El documento refleja un panorama preocupante derivado de esa pobre inversión, y es que ninguno de los unicornios 'deep tech' más valiosos del continente europeo es español. La consejera delegada de Enisa recuerda que históricamente, el capital riesgo español ha estado más orientado a modelos de negocio escalables en el corto plazo, como los del ámbito digital o de servicios. El emprendimiento 'deep tech' , en cambio, presenta características muy distintas: requiere mayores inyecciones de capital en etapas iniciales, plazos de maduración más largos y una mayor tolerancia al riesgo tecnológico y financiero, dado que estas tecnologías nacen en entornos de investigación y precisan tiempo para alcanzar su viabilidad comercial. En este contexto, Rodríguez considera que el ecosistema inversor español está «en proceso de adaptación», con avances como el lanzamiento del fondo Innvierte Deep-Tech Tech Transfer, impulsado por el CDTI y el FEI, dotado con 353 millones de euros . También Enisa es un agente clave en el proceso de transformación. «Hemos reforzado nuestro presupuesto y acortado los plazos de respuesta para facilitar el acceso a financiación a startups innovadoras. Además, desde la entrada en vigor de la Ley de Startups hemos consolidado nuestro papel como entidad pública de referencia en el apoyo del emprendimiento innovador en España», indica. Para la consejera delegada de Enisa, acelerar el desarrollo del 'deep tech' en España pasa por la existencia de fondos especializados en ciencia y tecnología, vehículos híbridos que combinen capital público y privado, programas de coinversión con corporaciones que aporten conocimiento sectorial y acceso a mercados o apoyo a quienes gestionan fondos con experiencia en 'deep tech'. «El reto es grande –dice–, pero el potencial de impacto económico, social y estratégico del 'deep tech' justifica el esfuerzo del sector público y privado». Es mucho lo que hay en juego. Como resalta Jaime Trainor, CEO de Futuro Perfecto, organizador del Horizon Deep Tech Summit, la tecnología profunda se caracteriza por su transversalidad , uniendo ciencia e ingeniería para transformar industrias completas. «Tecnologías como la cuántica, el espacio, la fabricación avanzada, los nuevos materiales, la nanotecnología o la IA aplicada convergen en ámbitos como la energía, la salud, la sostenibilidad o la defensa, generando soluciones de alto impacto que redefinen sectores enteros». Cree que España «está escalando a buen ritmo, aunque aún hay áreas que requieren atención para que el crecimiento sea sostenible y efectivo». Coincide en que uno de los mayores retos es el acceso a financiación, sobre todo en etapas tempranas y para escalar internacionalmente, donde «las startups 'deep tech' españolas enfrentan más dificultades que en ecosistemas más maduros». Por este motivo, reivindica la existencia de fondos de capital riesgo especializados. que «ofrezcan no solo capital, sino también acompañamiento integral a lo largo de la cadena de valor, desde la viabilidad hasta la llegada al mercado». Igual de importante es que haya fondos que incentiven el crecimiento de startups 'deep tech' en fases más avanzadas, ayudándolas a escalar a nivel internacional. Un entorno que fomente la experimentación, la colaboración y la agilidad se postula indispensable para el éxito de los proyectos. «Iniciativas que conectan inversores, investigadores y emprendedores, como las impulsadas por Futuro Perfecto, son cruciales para acelerar el proceso y superar barreras», apostilla, antes de una última reflexión: «Aunque la velocidad es buena y muestra un avance constante, el enfoque debe ser equilibrado, combinando rapidez con consolidación en áreas como financiación, talento y apertura al mercado global. Así el ecosistema escalará con fuerza y sus innovaciones tendrán el alcance deseado». Fórmulas para que España logre, al fin, mirar de tú a tú a los países que abanderan la revolución 'deep tech' y disfrute de una economía de alto valor añadido capaz de resistir los envites de un mundo en constante mutación. ¿De qué sirve un medicamento revolucionario si no llega a quien lo necesita? ¿O una tecnología que puede cambiar la industria si no se implementa en el mercado? La ciencia, por sí sola, no tiene poder transformador sin una conexión directa con el mundo real, por lo que la transferencia es crucial para que descubrimientos que podrían cambiar vidas no se queden encerrados entre las paredes de los laboratorios y se conviertan en soluciones a los problemas de la sociedad. Las spin-off, empresas surgidas en universidades, centros de investigación, hospitales o institutos científicos, son uno de los termómetros más fiables para evaluar la salud de la transferencia. El ecosistema nacional suma 1.007 compañías activas en 2025 , un 3,6% más interanual, factura 1.400 millones de euros anuales y da empleo directo a 13.456 profesionales de alta cualificación, de acuerdo al informe sobre las spin-offs 'deep tech' en España, elaborado por Mobile World Capital Barcelona. La distribución regional evidencia una concentración en Cataluña (28,2%) y Madrid (23,7%), que reúnen más de la mitad de las iniciativas. A continuación, y a cierta distancia, se sitúan la Comunidad Valenciana con el 11,1%, Andalucía con el 9,5% y el País Vasco con el 7,4%. El 66,5% de estas firmas proceden de las universidades, estando la Politécnica de Madrid a la cabeza de la clasificación. «España está dejando atrás un modelo basado solo en producción científica para avanzar hacia un impacto económico sólido en 'deep tech', con diversidad regional y especializaciones basadas en activos propios. Cataluña y Madrid, con fuerte especialización en biotecnología , salud y TIC. La Comunidad Valenciana destaca en sostenibilidad y agroalimentación; Andalucía en sostenibilidad e industria; y País Vasco en energía e industria 4.0», sintetiza Jaime Trainor, CEO de Futuro Perfecto. Campos, todos ellos, determinantes en la construcción de la nueva economía. No conviene bajar la guardia porque, pese a que el número de spin-off de tecnologías profundas se ha incrementado, nuestro país tiene que reforzar algunos aspectos. «Necesitamos lograr una simbiosis entre la cultura de la investigación y del emprendimiento, que la cultura académica consolide una visión empresarial en universidades y centros de investigación», subraya Carolina Rodríguez, consejera delegada de Enisa, que insiste en que hay que reforzar los puentes entre la ciencia y la empresa para que crezca el capital humano dedicado a emprender en 'deep tech' , es decir, que además de investigar sea capaz de transformar dicha sabiduría en soluciones comercializables. «Y eso pasa por formar a los investigadores de las universidades en otras materias como el negocio y el diseño de producto. Además, debe facilitarse la gestión de propiedad intelectual, dotando de mayor agilidad y simplificación a los procesos para licenciar patentes o crear spin-offs; y seguir reforzando las infraestructuras tecnológicas para que sean autónomas y competitivas». Áureo Díaz-Carrasco, director de Fedit, no percibe un problema de escasa transferencia, sino de aversión al riesgo a la hora de adoptar tecnologías innovadoras. «En general la empresa española tiene dificultades para abordar inversiones que impliquen un riesgo excesivo por motivos como la fiscalidad, una ley de subvenciones poco orientada a la I+D+I o una compartición de riesgos desigual entre quien aporta fondos y quien debe implantar la tecnología en la sociedad, a lo que se añade el tamaño de las empresas en España», resume. Sin embargo, la buena noticia es que «todas las políticas en I+D+I están tomando conciencia de la necesidad de impulsar la transferencia y conseguir un impacto real con el conocimiento que se genera». El trabajo de los centros tecnológicos, recuerda, «ha contribuido a esta conciencia, pero también la necesidad de conseguir resultados reales con la inversión en I+D, que no puede quedarse en un cajón, en una patente sin resultados comerciales o en una serie de papers publicados en revistas de prestigio».