El sector de las infraestructuras y la construcción en España se enfrenta a un triple desafío que pondrá a prueba su capacidad de adaptación: elevar su productividad, acelerar la descarbonización y asegurar el relevo generacional de una fuerza laboral que envejece . Tras años de expansión, crisis y recuperación, la construcción vuelve a situarse en el centro del debate económico, impulsada por la transición verde, la digitalización y la inyección de fondos europeos. Pero los expertos advierten: el cambio no será automático. España necesita una transformación profunda de su modelo productivo si quiere seguir siendo referente mundial en ingeniería y obra civil. «Según nuestros análisis, la productividad del sector de la construcción apenas ha crecido un 0,4% anual en dos décadas, frente al 2% de la economía global», señala Antonio de Gregorio, socio senior en McKinsey & Company. La cifra resume uno de los grandes males crónicos de una industria que, pese a su peso en el PIB y su capacidad de arrastre, ha permanecido rezagada en innovación . «Existen motivos estructurales: una cadena de valor fragmentada, la falta de estandarización de procesos y una adopción limitada de tecnologías digitales. Además, se trata de un ecosistema tan competitivo que las mejoras en productividad se trasladan a precio en lugar de convertirse en margen», explica. España, sin embargo, parte de una base sólida. La aprobación del Plan BIM en 2023 ha marcado un antes y un después en la digitalización del sector. El uso obligatorio y progresivo de la metodología Building Information Modeling entre 2024 y 2030 promete modernizar la gestión de proyectos y reducir sobrecostes y plazos. De Gregorio destaca que «el verdadero salto vendrá de combinar BIM con gemelos digitales , automatización, analítica avanzada e inteligencia artificial». En su opinión, la infraestructura del futuro será 'data-driven': concebida, ejecutada y mantenida a partir de datos en tiempo real. La visión la comparte Eduardo Mozas, responsable de Industria X en Accenture, quien subraya que 2025 está siendo un punto de inflexión para el sector. «El problema es que la estructura contractual sigue sin incentivar la innovación. Los márgenes son bajos, la competencia es feroz y los beneficios de la digitalización suelen capturarse en fases posteriores del ciclo de vida del activo, lo que desincentiva la inversión tecnológica », apunta. Pese a ello, Mozas observa «avances claros gracias al uso combinado de BIM, GIS y gemelos digitales, junto con la monitorización IoT y el análisis predictivo con IA». Las grandes constructoras y administraciones públicas empiezan a incorporar estas herramientas en proyectos de carreteras, túneles o puentes, y el impacto ya se percibe. «La infraestructura inteligente es una realidad en España», afirma Mozas. «El Mtma ha licitado proyectos de digitalización mediante IoT, lidar y drones, integrando los datos en plataformas de mantenimiento predictivo . Esto mejora la seguridad, reduce costes y aumenta la tasa de disponibilidad de los activos». El reto está en escalar el modelo. «Para que estas inversiones generen todo el retorno previsto, necesitamos una mayor cobertura de redes 5G y una gobernanza de datos más sólida. Sin interoperabilidad entre agentes y administraciones, el potencial de las tecnologías digitales se queda a medio camino». En paralelo, Accenture trabaja con empresas energéticas e industriales que ya utilizan gemelos digitales para simular escenarios y planificar intervenciones, un enfoque que «permite anticipar riesgos y mejorar la eficiencia de los contratos basados en rendimiento». Pero la digitalización, además, no es solo una cuestión de eficiencia: también es una palanca clave para la sostenibilidad . Según Fernando González Cuervo, socio responsable de Construcción e Infraestructuras de EY, la nueva ola inversora en infraestructuras debe guiarse por tres prioridades: «Sostenibilidad, resiliencia y digitalización». En un contexto marcado por la transición energética y el cambio climático, el objetivo es que las infraestructuras sean «eficientes, pero también capaces de adaptarse a fenómenos extremos». «Esto implica apostar por la electrificación de procesos industriales, el desarrollo de redes inteligentes y la integración de energías renovables », explica González Cuervo. La gestión del agua se erige como prioridad nacional: «Las inversiones deben enfocarse en infraestructuras que mejoren la eficiencia hídrica, la reutilización de aguas residuales y la protección frente a sequías e inundaciones. Modernizar redes de abastecimiento y saneamiento con sistemas de monitorización inteligente será clave para garantizar la seguridad hídrica en un escenario climático cada vez más incierto». El concepto de resiliencia, cada vez más presente en la normativa internacional, también gana peso en España. «Hablamos de infraestructuras capaces de resistir, adaptarse y recuperarse ante eventos adversos», explica el socio de EY. «Significa incorporar criterios de diseño que contemplen escenarios extremos, usar materiales sostenibles, gestionar aguas pluviales y apostar por certificaciones como Leed o Breeam. La sostenibilidad debe integrarse desde la fase de planificación , con una visión regenerativa que devuelva más al entorno de lo que consume». Esa transición verde, coinciden los tres expertos, no será posible sin un marco financiero y regulatorio estable. En este punto, Alberto Castilla, socio responsable de Sostenibilidad de EY, subraya que «España cuenta con una base sólida: un marco normativo avanzado, una industria potente y una cultura de eficiencia energética consolidada». Sin embargo, advierte de que persisten desafíos: «Hay que fortalecer las capacidades técnicas en descarbonización, avanzar en circularidad de materiales y ampliar los mecanismos de apoyo fiscal y financiero para facilitar la transición». La descarbonización también afecta directamente a los métodos constructivos. Según De Gregorio (McKinsey), los países más avanzados «están impulsando estrategias centradas en la captura y uso de carbono, la electrificación de procesos y el diseño con criterios de economía circular ». España avanza en esa dirección gracias al Plan de Recuperación y los fondos europeos, «pero para mantener el ritmo será necesario reforzar las políticas públicas de compras y los incentivos fiscales que aceleren la inversión en tecnologías bajas en carbono». Accenture coincide en que la sostenibilidad solo será real si se apoya en una infraestructura digital sólida. «Sin sistemas de datos integrados, las empresas no pueden capturar el aprendizaje continuo ni automatizar procesos a escala», afirma Mozas. Su estudio 'Powered for Change' demuestra que las compañías con núcleos digitales robustos pueden acelerar la descarbonización y cumplir objetivos ESG más rápido. «Las plataformas habilitadas por IA que unifican operaciones y aprendizajes permiten reducir retrasos, anticipar riesgos y aumentar las tasas de éxito de los proyectos, tanto en construcción como en mantenimiento», asegura. El talento emerge como la tercera gran frontera. La falta de mano de obra cualificada es ya un problema estructural. «El envejecimiento de la fuerza laboral y la competencia por perfiles técnicos especializados amenazan la capacidad del sector para ejecutar proyectos con la calidad y plazos requeridos», advierte De Gregorio. Para revertirlo, McKinsey propone una estrategia integral de atracción, formación y retención: «Hay que modernizar la formación profesional dual e impulsar programas de 'upskilling' en competencias digitales como BIM, automatización o seguridad inteligente. También debemos crear itinerarios de recualificación para profesionales de sectores adyacentes». Mozas añade que «el reto de la próxima década no es solo desarrollar talento digital, sino retener y transferir el conocimiento técnico que desaparece con el relevo generacional». Las empresas más avanzadas están respondiendo con academias internas y plataformas de aprendizaje aumentadas con inteligencia artificial, que capturan ejemplos reales del trabajo diario y los adaptan a distintos perfiles. «Las constructoras que apuesten por proyectos tecnológicamente atractivos y planes de carrera transversales serán las que consigan atraer a la nueva generación», asegura el directivo de Accenture. González Cuervo, por su parte, ve en la transformación del empleo una oportunidad para redefinir la percepción del sector. «Construir ya no es solo levantar edificios: es crear hospitales, escuelas e infraestructuras que salvan vidas y mejoran la calidad de vida. El empleo en construcción está dejando de ser sinónimo de fuerza física para convertirse en un espacio de innovación y propósito». La diversidad generacional y la conciliación laboral, añade, serán factores decisivos para atraer talento joven y femenino a un ámbito históricamente masculino y poco flexible. Los tres expertos coinciden en que la colaboración público-privada será determinante. De Gregorio recuerda que «los fondos europeos han impulsado proyectos sostenibles, pero el verdadero cambio estructural vendrá de integrar criterios de eficiencia energética, monitorización de emisiones e indicadores de productividad y valor social en la contratación pública». En esa línea, Mozas defiende la necesidad de «nuevos modelos contractuales que incentiven la colaboración y el reparto de riesgos, con cláusulas BIM y métricas claras de rendimiento». De cara a 2030, el futuro de las infraestructuras españolas dependerá de cómo el sector logre equilibrar innovación, sostenibilidad y rentabilidad. McKinsey identifica tres grandes desafíos: productividad, talento y descarbonización. Accenture, tres palancas clave: un núcleo digital robusto con IA agéntica, estrategias multigeneracionales de sostenibilidad y una cultura de aprendizaje continuo. EY, por su parte, resume la oportunidad en una frase: «La gran oportunidad de la construcción española es consolidarse como un polo global de inversión sostenible, exportando innovación, talento y excelencia técnica». El camino no será sencillo, pero el consenso entre los líderes consultados es claro. España cuenta con las capacidades técnicas, el marco normativo y la base industrial para dar el salto hacia una infraestructura más inteligente, verde y humana. El desafío será convertir ese potencial en una ventaja competitiva real, que no solo impulse la productividad, sino que refuerce la posición del país como referente internacional en construcción y sostenibilidad.