"La guerra es un negocio": los mercenarios colombianos que entrenan a niños soldados de Sudán

Un soldado mercenario relata los lucrativos contratos, el asedio de la ciudad sudanesa de El Fasher y el entrenamiento de niños para "ir a morir" Claves - Una guerra de atrocidades (y olvidada): qué está pasando en Sudán y por qué la última ofensiva rebelde es importante Al principio, a los mercenarios colombianos curtidos por décadas de guerra en la selva, el conflicto de Sudán les parecía lento. “En Sudán duermen por las noches, ni siquiera dejan a alguien en seguridad porque todo el mundo se va a la cama”, dice Carlos, uno de los cientos de colombianos contratados para luchar en el país africano. “Los colombianos somos diferentes, estamos acostumbrados a otro tipo de guerra”. Cuando él y sus compañeros colombianos llegaron al frente, siguieron adelante en la oscuridad adentrándose cada vez más en territorio enemigo. “Y entonces empezaron a producirse muchos más combates y muchas más muertes”, dice. Carlos llegó a Sudán a principios de 2025, casi dos años después de que comenzara la brutal guerra civil entre el Ejército y el grupo paramilitar Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF). Según representantes de la ONU, el conflicto ha sumido a Sudán en una de las peores pesadillas humanitarias de la historia reciente: 150.000 asesinados, según algunas fuentes; mujeres y niñas violadas y secuestradas y casi 13 millones de sudaneses obligados a huir de sus hogares en la mayor crisis de desplazamiento forzado del mundo. El pasado jueves, las RSF anunciaron su “conformidad” con una tregua humanitaria en Sudán propuesta por EEUU, Egipto, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos. Sudán, un país dividido EGIPTO Río Nilo Darfur CHAD ERITREA Jartum El Fasher ETIOPÍA SUDÁN DEL SUR Ejército / Grupos aliados RSF / Grupos aliados Otros grupos aliados GRÁFICO: IGNACIO SÁNCHEZ. FUENTE: CRITICAL THREATS PROJECTS AT THE AMERICAN ENTERPRISE INSTITUTE Sudán, un país dividido EGIPTO Río Nilo Darfur CHAD Jartum ERITREA El Fasher ETIOPÍA SUDÁN DEL SUR Ejército / Grupos aliados RSF / Grupos aliados Otros grupos aliados GRÁFICO: IGNACIO SÁNCHEZ. FUENTE: CRITICAL THREATS PROJECTS AT THE AMERICAN ENTERPRISE INSTITUTE El Fasher, capital de Darfur del Norte, ha caído en manos de las RSF tras 18 meses de asedio. Cientos de miles de personas han estado atrapadas en esta ciudad devastada donde no ha entrado ningún tipo de ayuda durante más de un año y medio, y los niños se han visto obligados a comer langostas y pienso para animales. El Fasher es el lugar al que fueron enviados los colombianos que luchan para las RSF. “La guerra es un negocio”, dice Carlos. La participación de los mercenarios salió a la luz en 2024, cuando el medio bogotano La Silla Vacía publicó una investigación sobre la contratación de más de 300 exsoldados colombianos en Sudán, provocando una inédita disculpa por parte del Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia. El trabajo de los colombianos no termina en el campo de batalla. Los combatientes admiten haber entrenado a niños soldados de Sudán y hay fotos de ellos operando en Zamzam, el mayor campo de desplazados forzosos de Sudán. En abril, las RSF arrasaron Zamzam en una de las peores masacres de esta guerra, según la ONU. Mataron a entre 300 y 1.500 personas. “Hemos sido testigos de un doble crimen con nuestros propios ojos: el desplazamiento forzado de nuestro pueblo a manos de las RSF y ahora la ocupación del campo por mercenarios extranjeros”, dijo Mohamed Khamis Douda, portavoz del campo de refugiados de Zamzam (en Darfur), al periódico The Sudan Tribune. El papel de Emiratos Árabes Unidos Todas las miradas están puestas en Emiratos Árabes Unidos. Desde hace tiempo, el país ha sido acusado de armar y respaldar a las Fuerzas de Apoyo Rápido, y de contratar a los mercenarios usando empresas privadas de seguridad. Emiratos ha negado sistemáticamente las acusaciones. Algunos colombianos que filtraron información dicen haber sido engañados y que les dijeron que su misión era proteger instalaciones petroleras en Emiratos. Carlos sí sabía que iba a la guerra, pero no sabía dónde. Lo único que le habían dicho es que era en África. Su viaje comenzó con exámenes médicos en Bogotá, donde firmó un contrato de 2.600 dólares al mes. Según él, después lo llevaron en avión a Etiopía pasando por Europa. Luego, a una base militar emiratí en Bosaso (Somalia) y luego a Nyala, la ciudad de Sudán que se ha hecho conocida por ser un centro de mercenarios colombianos. Entrenando a niños Carlos, que pide permanecer en el anonimato para hablar con libertad, reconoció que su primera misión fue entrenar a reclutas sudaneses, la mayoría de los cuales eran niños. “Los campamentos tenían miles de reclutas, algunos adultos, pero sobre todo niños, muchísimos niños”, dice. “Son niños que nunca han empuñado un arma; les enseñamos a manejar rifles de asalto, ametralladoras y lanzagranadas; después, eran enviados al frente; los entrenábamos para ir a morir”, añade. Describe el entrenamiento de los niños como “horrible y una locura”. “Por desgracia, así es la guerra”, agrega. La unidad de Carlos terminó siendo destinada a la sitiada ciudad de El Fasher, el campo de batalla más duro del país. Los combatientes de las Fuerzas de Apoyo Rápido levantaron un muro de 32 kilómetros en torno al perímetro la ciudad, ejecutando a los que intentan escapar de allí. Carlos muestra a La Silla Vacía y The Guardian fotos y vídeos de los mercenarios colombianos en Sudán, algunos de ellos facilitados por sus compañeros. En una de las fotografías es posible ver a los reclutas tumbados en el suelo boca abajo, algunos con rifles en las manos. Dos adolescentes posan para la cámara haciendo el signo de la victoria con los dedos. En un vídeo un hombre dispara su ametralladora a través de un agujero en la pared de un apartamento en ruinas. En otro, compartido por otro mercenario colombiano, un hombre carga y dispara un mortero en las afueras de El Fasher. En una tercera grabación, unos mercenarios con marcado acento colombiano hablan en medio de un intenso tiroteo sobre un compañero que parece haber sido herido. “No sé si está muerto, porque no pudimos verlo”, dice uno en español. “¿Quién viene a ayudar a sacarlo?”. El mercenario señala a un grupo de combatientes sudaneses agolpados cerca de él. “Vosotros, vosotros, vosotros, pueden ayudarnos aquí, darle apoyo a estos hombres; vamos a hacer una retirada en silencio para sacar a este tipo”, se le escucha decir antes de una imagen del grupo llevándose a un hombre herido frente a casas llenas de agujeros de bala. De Colombia a otros países Se cree que Colombia es uno de los mayores exportadores de mercenarios del mundo . El conflicto civil que ha vivido el país durante décadas generó un excedente de combatientes con experiencia, muchos de ellos entrenados por el Ejército estadounidense. “Colombia tiene más de medio siglo de historia de conflicto activo. No es solo que sus soldados hayan recibido un entrenamiento muy bueno, sino que han estado en el campo de batalla en situaciones muy complicadas y están preparados para el combate”, dice Elizabeth Dickinson, analista superior para Colombia en el centro de estudios International Crisis Group. El uso de mercenarios colombianos se intensificó en torno a la década de 2010, dice el experto en mercenarios Sean McFate, cuando los excombatientes del país centroamericano eran contratados para proteger la infraestructura petrolera de Emiratos. Sus funciones fueron cambiando durante la guerra de Yemen. “Emiratos Árabes Unidos envió a muchos mercenarios colombianos a matar hutíes [rebeldes], y lo lograron”, explica. Desde entonces, los mercenarios colombianos han aparecido una y otra vez en las noticias. En julio de 2021, dentro del equipo que asesinó al entonces presidente de Haití, Jovenel Moïse, había 18 pistoleros colombianos. En Irak y en Afganistán han luchado exmilitares colombianos. Ahora también en Ucrania: el ministro de Relaciones Exteriores de Colombia comunicó en noviembre de 2024 que unos 500 compatriotas habían viajado allí para luchar contra las fuerzas rusas. Carlos era uno de ellos. Tras dos años en las tropas ucranianas, se fue. “Ucrania se estaba complicando, había más bajas, más avances del enemigo; así que me fui y acepté este trabajo de mercenario en África”, dice. “No sabía absolutamente nada sobre el trabajo, solo que era en África”. Para los países que los contratan, los mercenarios tienen la ventaja de que es posible negar la vinculación con ellos cuando se trata de eludir el derecho internacional o de violar sistemáticamente los derechos humanos. “Cuando los capturan o los matan, son repudiados”, asegura McFate. El presidente de Colombia, Gustavo Petro, se ha comprometido a terminar con la contratación de mercenarios colombianos, algo que considera “un comercio de hombres convertidos en mercancías para matar”. Pero la desaparición de esta práctica no parece fácil, teniendo en cuenta las dificultades que los excombatientes colombianos suelen tener para reintegrarse en la sociedad de su país y el incentivo económico que se les ofrece. Un soldado junto a un helicóptero en Colombia. Según Dickinson y McFate, el problema también radica en el sistema militar colombiano. La mayoría de los soldados profesionales se ven obligados a jubilarse alrededor de los 40 años, con pensiones insuficientes y pocas opciones de reciclaje profesional. “Si entras a los 18 años y trabajas durante 20 años, ni siquiera tienes 40 cuando te jubilas, te quedan 15 o 20 años de servicio activo”, explica Dickinson. “La estructura de apoyo para los militares retirados colombianos es deficiente, especialmente si se compara con la oferta que estas otras organizaciones ponen sobre la mesa”. Pero Dickinson también advierte que “las empresas de defensa privadas” ya no se limitan a los soldados retirados de Colombia. “Cada vez más están reclutando a personas en servicio activo de lugares donde los soldados lo pasan muy mal, en condiciones difíciles”, dice. “Envían folletos por WhatsApp ofreciendo miles de dólares por mes”. En su opinión, se trata de “una pérdida enorme” para el Ejército. “El Gobierno colombiano los entrena con un nivel muy alto y luego la industria de defensa privada se los quita”. Carlos es uno de los que abandonaron las fuerzas armadas de Colombia tras un servicio de poco más de cinco años. También se ha ido de Sudán, alegando problemas con el pago. Junto a él renunciaron 30 compatriotas, “pero al mismo tiempo llegaban vuelos con otros 30”. En el mundo, los mercenarios habían desaparecido casi por completo del campo de batalla durante la mayor parte del siglo XX. Pero el negocio está resurgiendo rápidamente, según McFate. “Es la profesión más antigua del mundo, estamos volviendo a algo medieval, donde los superricos pueden convertirse en superpotencias”, dice. La visión de Carlos sobre su trabajo es igual de pesimista. “No es un trabajo honesto, no es un trabajo legal, lo haces por dinero”. Este artículo fue escrito en colaboración con La Silla Vacía. Traducción de Francisco de Zárate.