Elegido en abril para hacer frente a Donald Trump, Mark Carney , primer ministro canadiense, presentó su primer presupuesto federal el martes 4 de noviembre. Se trata de un momento importante para Canadá y para el Gobierno liberal, que ahora debe definir los límites de su oposición al presidente estadounidense y reactivar una economía bajo presión. La economía canadiense, muy dependiente de su vecino del sur, no pasa por su mejor momento. Según las estadísticas nacionales, el producto interior bruto (PIB) retrocedió cinco veces en los ocho primeros meses de 2025 , con una caída del 0,3% en agosto. Tan solo en el segundo trimestre, el descenso fue del 1,6%. Pero hay que señalar que , si bien la guerra comercial con Estados Unidos ha acelerado el malestar , especialmente al afectar al sector manufacturero, este ya existía anteriormente. Según datos del Banco Mundial , el PIB per cápita constante de Canadá en paridad de poder adquisitivo disminuyó entre 2022 y 2024 , lo que situó al país, en 2024, por debajo del nivel de 2019. En otras palabras, las políticas del ex primer ministro Justin Trudeau ya eran un fracaso. Incluso antes de que Donald Trump se desatara, los liberales ya tenían dificultades electorales. Solo el auge nacionalista anti-Trump permitió a Mark Carney , sucesor de Justin Trudeau al frente del Partido Liberal de Canadá, ganar las elecciones a la Cámara de los Comunes, aunque sin mayoría absoluta . En esas circunstancias, el presupuesto de 2026 y las previsiones para los próximos cinco ejercicios eran muy esperados. La promesa de Mark Carney y de su ministro de Finanzas, François-Philippe Champagne, era presentar un “presupuesto generacional” capaz de redefinir los perfiles del modelo económico canadiense. El sábado 1 de noviembre, Mark Carney, exdirector del banco central, anunció un presupuesto para entrar en una “nueva era”, para “definir el nuevo siglo” y para hacer que el país pase “de la dependencia a la resiliencia”. El lunes, el ministro Champagne aumentó las expectativas: “Es el tipo de presupuesto que se recordará”. Más allá de los efectos de estilo, este presupuesto trasciende el caso canadiense: da una idea de la alternativa que los neoliberales tradicionales pueden ofrecer a la política trumpista. En este sentido, la propuesta presentada en Ottawa el martes 4 de noviembre no ha decepcionado. Lo más llamativo es que el presupuesto retoma las grandes líneas de las políticas neoliberales del pasado . El Estado apoya firmemente al sector privado, en nombre de la “competitividad”, y ese apoyo se financia en gran parte con recortes en los servicios públicos . Pero este principio general se lleva a un extremo que parece definir un capitalismo de Estado al servicio exclusivo del capital privado. Champagne ha presentado un presupuesto con un déficit de 78.000 millones de dólares canadienses, (unos 48.000 millones de euros), a pesar de que este presupuesto prevé ya 13.000 millones de dólares (8.000 millones de euros) de recortes presupuestarios anuales durante cinco años. Estos ahorros se apoyan en la reducción del número de funcionarios , prevista en 40.000 en cinco años, pero también una “revisión general del gasto”. Hay que decir que este nuevo presupuesto federal se basa en un engaño, la división contable entre gastos “operativos” y “gastos de capital”. Se trata de la institucionalización de la vieja —y falsa— división entre gastos “buenos” y “malos”. El gasto en inversión es bueno, y el gasto de funcionamiento de los servicios públicos, malo. Evidentemente, eso es engañoso : en realidad, el mantenimiento diario de los servicios públicos y los salarios dignos para los funcionarios que garantizan su funcionamiento constituyen bases indispensables para el futuro y representan inversiones. Pagar mal y sobrecargar de trabajo a un profesor es un peligro tan grande para el futuro de una economía como una escuela en mal estado. Pero Mark Carney ha decidido basar su presupuesto en este truco de magia que le permite continuar, y acelerar, la política de Justin Trudeau . Como resultado, ha logrado la hazaña —que no es nueva, como demuestra el caso francés— de combinar una austeridad reforzada con un déficit récord. Por un lado, llueven miles de millones, por otro, se aprieta el cinturón. Para el capital, las compuertas están abiertas. En los próximos cinco años, el gasto adicional ascenderá a 141.000 millones de dólares canadienses (unos 87.000 millones de euros). Una gran parte se destinará al nuevo El Dorado del capitalismo contemporáneo: la defensa . A pesar de su aparente oposición a Donald Trump, Carney se toma muy en serio la promesa que le hizo al presidente estadounidense de alcanzar un nivel del 5% del PIB en gastos militares . Nada menos que 72.000 millones de dólares canadienses (44.000 millones de euros) adicionales se destinarán a ese sector en cinco años, sobre un presupuesto total de defensa de 81.000 millones. En comparación, el gasto total en infraestructuras será de 51.000 millones de dólares canadienses en diez años, es decir, unas tres veces menos. Al mismo tiempo , el Gobierno de Carney recurre a los habituales medios neoliberales para “impulsar el crecimiento” ( supercharging growth ): recortes de impuestos sobre el capital y desregulación . Las inversiones permitirán así a las empresas obtener generosas deducciones fiscales. En cuanto al medio ambiente , ahora se sacrifica claramente en aras de las esperanzas —limitadas, como veremos— de crecimiento. Se eliminarán los límites a las emisiones de gases de efecto invernadero relacionadas con el petróleo y el gas . También se suprimirán los impuestos relacionados con la propiedad de aviones privados, mientras que se distribuirán diversas ayudas para proyectos de extracción , en particular de “minerales críticos” (subvencionados con 214 millones de dólares). Un detalle espinoso: el Gobierno de Carney también suprime el impuesto relacionado con la propiedad de viviendas vacías, al tiempo que afirma querer luchar contra la especulación inmobiliaria y la escasez de viviendas. Pero, como guinda del pastel , este presupuesto también marca el regreso a una política migratoria superrestrictiva . Utilizando una retórica que podría haber sido propia de la derecha estadounidense, el Gobierno de Carney afirma querer “recuperar el control” de la inmigración reduciendo los nuevos permisos de residencia temporal de 673.650 en 2025 a 385.000 en 2026, lo que supone un descenso del 42 %. Ottawa, además, pondrá el acento en la “inmigración de alto nivel” de investigadores, también mediante medidas fiscales. La impresión general que se desprende del primer presupuesto de Mark Carney es doble. Por un lado, la continuación de las viejas recetas neoliberales que, a pesar de la evidencia de lo contrario, siguen creyendo que las reducciones de impuestos sobre el capital favorecen el crecimiento , y por otro, una especie de alineamiento con el trumpismo, desde la negación del cambio climático hasta la represión de la inmigración, pasando por las inversiones masivas en defensa. Este presupuesto subraya el espejismo de una alternativa neoliberal al trumpismo. La evolución del capitalismo conduce a un desplazamiento del punto central de las políticas económicas hacia un conjunto de opciones comunes al trumpismo y a sus adversarios centristas . La lógica es la de un creciente apoyo del Estado al capital, que se basa, en particular, en una militarización de la economía, junto con la destrucción de los servicios públicos y el rechazo de la inmigración. En realidad, este proyecto de presupuesto no propone realmente una salida a la crisis canadiense, salvo una doble huida hacia adelante en base a la lógica militarista y extractivista. Pero Carney es incapaz de proponer una visión en la que Canadá encuentre una nueva especialización en la división internacional del trabajo. A decir verdad, el presupuesto de Carney no convence mucho en Canadá . Es cierto que el propio Gobierno propone unas previsiones de crecimiento bastante tímidas y poco acordes con sus rimbombantes anuncios. La derecha conservadora critica el aumento del déficit, mientras que los liberales del PLC habían previsto un déficit de 42.000 millones de dólares canadienses, y la izquierda del NDP y los autonomistas del Bloque Quebequense denuncian la austeridad del presupuesto. La situación es delicada para el Gobierno. A los liberales les faltan cuatro votos para alcanzar la mayoría absoluta en la Cámara de los Comunes. Si los tres partidos de la oposición unen sus votos, el presupuesto puede ser rechazado . Si eso ocurriera, Mark Carney ya ha advertido que convocará nuevas elecciones. La amenaza fue reiterada por el ministro Champagne tras la presentación del presupuesto, pidiendo a la oposición que " se lo pensara dos veces ” antes de rechazarlo. Así pues, solo la amenaza puede hacer que se apruebe este texto, lo que demuestra que la alternativa centrista al trumpismo es un callejón sin salida. Traducción de Miguel López