Entre el pop y el poliamor: cómo la saga de ‘El otro lado de la cama’ ha sacudido la cultura española

Alrededor del origen de El otro lado de la cama no se vislumbran grandes referentes patrios. Desde luego que María Esteve —presente en todas las películas de la saga— es hija de Marisol entabla un nítido puente con la fase más fructífera audiovisualmente del musical español, cuando su madre y muchas otras estrellas disponían en los años 50 y 60 de vehículos exclusivos para su lucimiento. La gramática del exitoso film musical dirigido por Emilio Martínez-Lázaro en 2002 no comparte, sin embargo, muchos elementos con estos, más allá del enclave de las canciones en un asentado imaginario pop . Hay que irse fuera para buscar un modelo, y acaso citar a Woody Allen . El gran reclamo de El otro lado de la cama no era tanto la apuesta musical como el interés de la trama por los enredos amorosos y sexuales de un grupo de jóvenes atractivos con desdén por el compromiso . Acaso el reflejo más a mano era el de Friends (o Siete vidas en su versión española, de donde salieron Willy Toledo y Paz Vega ), y por eso se llegó a sugerir que no hubiera canciones. Los artífices se negaron, claro, porque antes que con Friends lidiábamos con Todos dicen I love you . Una película de Woody Allen que en 1996 ya había probado a combinar reflexiones sobre el amor con estándares clásicos de la música estadounidense . Siendo sus números, atendiendo a la fama de las estrellas de Hollywood antes que a su talento musical, considerablemente amateur . El otro lado de la cama rehusaba ubicar las peripecias de sus personajes en localizaciones tan glamurosamente europeas como había dispuesto Allen, al apostar por lo cañí y depender todavía más de la complicidad del público . Y lo cierto es que la encontró. Fue la película española más taquillera de 2002 y no solo generó dos secuelas —la última de las cuales, Todos los lados de la cama , se estrena veinte años después de la anterior—, sino que dejó una influencia inexcusable a varios niveles. No hay que hablar únicamente de los musicales a su estela que han descuidado cualquier dignidad técnica en favor de la espontaneidad de andar por casa — la escuela de La llamada —, aunque tampoco habría que irse muy lejos del currículum del guionista David Serrano . David Serrano dirigió Voy a pasármelo bien en 2022. Otro discípulo de El otro lado de la cama , empleando el repertorio de los Hombres G para que ahora, además de adultos con complejo de Peter Pan, bailaran y cantaran niños. Voy a pasármelo bien tuvo secuela este 2025, con unas carencias que retoma Todos los lados de la cama bajo la dirección de Samantha López Speranza en su debut al largometraje. Todos los lados de la cama mantiene todos los problemas del modelo con interpretaciones flojas, una rígida dirección que embarulla cualquier comicidad y unos arreglos instrumentales totalmente penosos para sus versiones de éxitos pop. Siendo esto último algo nuevo, y pudiendo achacarlo a la ausencia de Roque Baños (que sí estuvo en los dos films previos). ¿Qué es lo interesante de esto? No que los “cantantes” superen por fin los años 80 para adentrarse en los 2000 e invocar a La Oreja de Van Gogh, a Camela o incluso a Cariño . Tampoco que Todos los lados de la cama incurra en estos números casi como obligación contractual , siendo escasos y muy breves. Lo interesante es que Todos los lados de la cama convivirá en carteleras con el desembarco de Wicked en el Nuevo Teatro Alcalá de Madrid , siendo el director de esta adaptación de Broadway… el mismo David Serrano. El que saltó a la fama escribiendo El otro lado de la cama . Desde El otro lado de la cama (y su secuela Los dos lados de la cama , que volvió a escribir para Martínez-Lázaro en 2005) la relación de Serrano con el cine ha continuado. Aparte de Voy a pasármelo bien —aquí sí se apartó de la secuela— , este cineasta madrileño ha dirigido Días de fútbol y otras muchas comedias. Todo lo ha compartimentado, no obstante, con una gran fidelidad por el teatro . El mismo Serrano adaptó El otro lado de la cama para las tablas antes de ponerse con la secuela y desde entonces se ha convertido en un fijo del circuito. Y ha ido cultivando obras dramáticas a la vez que repetía incansablemente con el musical, ya sin cámaras de por medio . Fue entonces cuando El otro lado de la cama resultó pertenecer a una tradición más amplia que aquella ocurrencia noventera de Woody Allen. Porque, en su afán por homenajear la edad de oro del pop español, ¿qué era El otro lado de la cama sino un jukebox musical , un musical sin canciones originales? ¿Qué era sino un intuitivo seguidor del éxito que había empezado a tener Mamma Mia! en los escenarios, con las canciones de ABBA, a partir de 1999? La llegada de We Will Rock You , con música de Queen, confirmó en 2002 que había un filón, y tuvo lógica que Serrano recibiera el encargo de plantear un jukebox musical en función al recuerdo de una gran banda de pop española. Así que El otro lado de la cama comparte hilo creativo con Hoy no me puedo levantar , el musical de Mecano . Serrano lo impulsó e hizo lo propio más tarde en Más de cien mentiras sobre la obra de Joaquín Sabina. El recuerdo de El otro lado de la cama ya languidecía —aún no había dado tiempo a encender la nostalgia—, pero igualmente su máximo impulsor había pasado a encabezar una suerte de consolidación para el musical madrileño , nutrido eventualmente de éxitos foráneos. Antes de Wicked —levantado justo a tiempo para el estreno de la segunda parte de su adaptación cinematográfica—, vinieron Billy Elliot , Matilda , y la propia Mamma Mia! Serrano tenía cosas más importantes que hacer que volver a escribir una película de El otro lado de la cama cuando se dedujera que había pasado tiempo suficiente, pero igualmente su impacto en el circuito teatral patrio se deja notar en Todos los lados de la cama . Y es que uno de los nuevos protagonistas, hijo del personaje de Ernesto Alterio, está interpretado por Jan Buxaderas . Quien ha sido premiado por protagonizar otro de los grandes éxitos recientes de Serrano, The Book of Mormon . Su presencia en Todos los lados de la cama parece, al mismo tiempo, algo fuera de tono. Es de los pocos miembros del elenco que se esfuerzan por cantar y bailar decentemente. De modo que la importancia de El otro lado de la cama para forjar tejido industrial más allá del cine está fuera de duda, y Todos los lados de la cama nace plenamente inmerso en él. Lo hace con otras preocupaciones, asimismo, al margen de cultivar un trasnochado fanservice —¿es realmente el chiste del “niño melón” tan generacional?—, en base a cómo esas peripecias sexoafectivas habían sido permeadas en su día por la actualidad. Resulta que en la España de 2005 no solo se estrenaron Los dos lados de la cama y el musical de Hoy no me puedo levantar en el Teatro Rialto. También tuvimos un film musical sobre una mujer trans, 20 centímetros . Y fue aprobado el matrimonio gay . Seguramente sea Rafa, interpretado por Alberto San Juan , el personaje más memorable de las películas de El otro lado de la cama . Codificado como el típico cuñado que filosofa en bares —y hoy sin asomo de ironía llamaría a su pareja “la contraria” —, es su sabiduría la que ha sido pese a todo la brújula de la saga. Pues Rafa dijo que “todos somos bisexuales” , y la saga suscribió esa afirmación. De una forma que, con todas las limitaciones que se quiera, hallaba afinidad a mediados de los 2000 con el arraigo cultural y político de la visibilidad queer . Pocos meses después de que el Gobierno de Zapatero promulgara la ley del matrimonio igualitario, Los dos lados de la cama trazaba una atrevida evolución para los avatares de sus personajes. Lo que en El otro lado de la cama solo era una alegre promiscuidad , tamizada por el intercambio de parejas y las fidelidades flotantes, en la secuela de tres años después imperaba la bisexualidad . Una que empezaba alterando una dinámica reciclada de la película anterior —Verónica Sánchez y Lucía Jiménez, inicialmente parejas de Alterio y Toledo, se enrollaban entre ellas—, para que mediando su experiencia en un trío los personajes masculinos descubrieran que entre ellos había algo más que amistad . Los dos lados de la cama no concluía con una canción, sino con un conmocionado Rafa descubriendo a sus viriles amigos compartiendo mimos. La película había decidido priorizar su estudio social al número cutre-pero-encantador de turno. No habría que desdeñar, entonces, la utilidad de estas películas como termómetro de los cambios en la esfera pública. De los límites de lo decible —enmarcados como habitualmente en nuestro país por la trayectoria del Partido Socialista— que a través de una comedia llena de actores guapos ofrecía un horizonte prometedor en cuanto a desprejuiciamiento progresivo y libertad sexual. Esta es la parte más delicada de su legado y es sin duda la que más ha preocupado a los responsables de Todos los lados de la cama . Pues obviamente nadie ha querido cuidar de repente la puesta en escena. Rafa, en Todos los lados de la cama , se ha convertido en un gurú especializado en relaciones  tóxicas. Pero eso es tirando a anecdótico, como lo es el vocabulario que maneja —más o menos irónicamente— el pobrísimo guion según las últimas novedades de nuestro diccionario emocional. Lo decisivo es que Todos los lados de la cama le da un giro a la saga . El argumento parte de que el hijo del personaje de Alterio (Buxaderas) ha decidido contraer matrimonio con una chica, en contra de los deseos de su padre. Hasta entonces todos pensaban que este joven era gay , y que lo suyo era que siguiera explorando indefinidamente su sexualidad. Lo suyo era que fuera “moderno” , como su padre, en vez de decantarse por la heterosexualidad más aburrida posible . Simultáneamente, aunque Alterio se reencuentre con el personaje de Carlota (Pilar Castro) tras el trío que hizo con ella y Toledo en Los dos lados de la cama , no hay opciones de retomar una relación abierta; el personaje de Toledo está ausente y Alterio puede ceñirse a la monogamia . Alterio, en general, ha de convertirse en el desdichado bufón de la historia, enfrentado al derrumbe de sus creencias. Mientras que los films anteriores se abrían al deseo anárquico , Todos los lados de la cama clausura caminos. Incluso juega a describir como intolerantes a esos adultos tan liberados. Es una inversión meditada, que podría ser ingeniosa de mediar otro guion menos insípido. Lo importante, sin embargo, y como siempre pasa en esta trilogía, es preguntarse cómo de sintomática es la propuesta de los tiempos que corren. Decidamos alarmarnos o no, desde luego resulta oportuno que además de con Wicked la película comparta salas con Los domingos .