Lunes. Frank Rebajes (1907-1990) fue un artista, joyero y diseñador dominicano que tenía entre sus clientela a lo más granado de Nueva York. Cansado de ese ambiente, se plantó en Torremolinos. En la Gran Manzana llegó a tener cien empleados. Todo le vino por un golpe de suerte cuando, en su juventud, siendo un pelanas, presentó sus diseños a un museo y se los compraron todos. Talentazo. Acabó su vida con un trago de cianuro. Ahora, el artista malagueño Diego Santos, coleccionista de piezas de Rebajes, dado que visitaba su joyería de Torremolinos (joyería taller a la que también iba el duque de Windsor), ha propiciado una notable exposición ‘rebajiana’ en mi ciudad. Santos es bohemio y dandy pulcro, buen conversador con tendencia al silencio activo. Bebe mojitos con elegancia y de cuando en cuando cuenta anécdotas estupendas. Tiene un salón apto y codiciado por revistas de decoración y hace mucho que no se deja caer, o no coincidimos, en esos abrevaderos de media tarde donde lo mismo te pide fuego un místico que vocifera un cura, recita poemas un arquitecto o un gestor cultural, culto, se atiza un whisky hablándole al camarero del poeta Jean Cocteau. Es entonces cuando llega un periodista, pone la oreja y confunde a Cocteau, el poeta, con Cousteau, el de los documentales de peces y océanos. Santos es un apostol de la ‘cultura del relax’, un experto. El otro día se presentó en la inauguración de la muestra con sombrero y personalidad. Lleva años batallando para que se arme un museo con ese concepto, cultura del relax, ligado al diseño, la arquitectura , de la Costa en los sesenta y noventa. O más.