Esposas o monjas. Al abrigo del hogar o del convento encontraron acomodo y refugio durante muchos siglos las mujeres: ángel doméstico o ángel de Dios; siempre sierva, del marido o del Señor. Las que carecían de vocación conyugal podían fingir la religiosa. Era la forma de eludir airosamente el otro destino reservado a las de su sexo. En los márgenes, las desamparadas, las descarriadas, mujeres a las que no les podía esperar más que una mala vida.