Apenas dieciséis segundos salvan de un encuentro espeso. El tiempo que transcurre entre que Unai Ropero inicia la jugada dándole el balón de cara Carlos Mangada en su propio campo y el propio atacante vitoriano convierte en gol la asistencia de Fran Sol, al que Retuerta encontró a la espalda de los centrales del Europa. Una acción rutilante, veloz, la única de todo el partido con verdadera vocación ofensiva, armada justo después de más de un minuto de posesión estéril, de manoseo del pie, yendo de bota en bota, sin profundidad.