El aumento de la esperanza de vida, amén de un éxito social, supone una encrucijada para el sistema público de pensiones. La supervivencia a partir de los 65 años ha medrado muy notablemente: hace dos décadas era de 76,4 años para los hombres y de 83 años para las mujeres, y ha pasado a los 81,1 y 86,3 años, respectivamente. Así que las pensiones se pagan durante más tiempo, lo que ha promovido distintas reformas para garantizar la sostenibilidad a largo plazo. El Gobierno de Mariano Rajoy apostó, en 2013, por una combinación entre factor de sostenibilidad e índice de revalorización: suponía un descenso mitigado en las pagas —menos ingresos pero durante más años— y una revalorización de solo el 0,25% en tanto la Seguridad Social estuviese en déficit.