Durante más de seis semanas, Estados Unidos ha vivido una crisis política que ha paralizado el país y llevado a que numerosas personas vivan una díficil situación al no percibir sus sueldos. Familias que dependían de ayudas alimentarias vieron sus despensas vaciarse; controladores aéreos extenuados forzaron cancelaciones masivas de vuelos; y cientos de miles de trabajadores federales esperaron sin salario la resolución del pulso que se mantenía en el Senado. Con la reapertura del Gobierno de Estados Unidos concluye el cierre gubernamental más largo en la historia del país, 41 días, si bien deja importantes heridas a millones de ciudadanos y dividen a un Partido Demócrata que enfrenta su propia prueba de liderazgo. El acuerdo, que desbloquea la financiación de buena parte del aparato federal, llega tras semanas de incertidumbre y negociaciones que desgastaron tanto a republicanos como a demócratas. Sin embargo, la votación que permitió el fin del cierre ha dejado una marca profunda en la bancada demócrata del Senado: ocho de sus miembros votaron junto a los republicanos para aprobar el paquete de medidas, desatando una tormenta interna que amenaza con redefinir el equilibrio del partido en un año preelectoral. Un país paralizado El costo del cierre ha sido devastador. Según el Consejo Económico Nacional, la interrupción de las actividades gubernamentales amenaza con contraer el Producto Interior Bruto del cuarto trimestre de 2025, mientras que el programa de Asistencia Nutricional Suplementaria (SNAP), del que dependen más de 40 millones de estadounidenses, estuvo a punto de quedarse sin fondos. Los aeropuertos del país vivieron jornadas de caos ante la falta de personal, y más de 4.000 empleados federales fueron suspendidos de sus funciones. En ciudades como Atlanta o Chicago, los bancos de alimentos reportaron un incremento inédito de familias que acudían en busca de ayuda. La reapertura, aunque bienvenida, llega tarde para muchos: facturas impagadas, retrasos en hipotecas y los préstamos personales marcan un impacto que difícilmente se revertirá en el corto plazo. El voto que abrió la grieta El paquete de financiación aprobado por el Senado incluye fondos para la edificación militar, proyectos para veteranos, el Departamento de Defensa, el de Agricultura y el poder legislativo hasta septiembre de 2026, además de una medida provisional que asegura la operación del resto del Gobierno hasta el 30 de enero del próximo año. Lo que no incluye, y que constituye el epicentro del malestar demócrata, es la extensión de los subsidios para la atención médica, una condición que el partido había defendido durante más de un mes como esencial para proteger a millones de familias trabajadoras. Lo único relativo a esto en el acuerdo alcanzado es que se compromete una futura votación en relación a este asunto. Aun así, ocho senadores demócratas decidieron romper la disciplina del partido y apoyar el acuerdo impulsado por los republicanos. Bernie Sanders, defensor de la cobertura sanitaria universal, no dudó en calificar el voto como una "muy, muy mala decisión" que "incrementará las primas de los seguros médicos para más de 20 millones de...