La diplomática , en Netflix , se está convirtiendo en la mejor serie profesional de los últimos años, en la mejor serie política y en una de las mejores sobre una pareja. Recientemente estrenada su tercera temporada , se demuestra que no solo mantiene el nivel con el que deslumbró en su estreno, sino que crece robusta. La diplomática sigue la vida de Kate Wyler, embajadora de Estados Unidos en Londres. Keri Russell encarna a la aguerrida funcionaria capaz de enfrentarse a las crisis más delicadas que ponen en riesgo los equilibrios mundiales. El personaje es dúctil, razonable, infatigable y creativo en la lucha por alejar al mundo de guerras y crisis a menudo creadas por sus jefes , su propio presidente y los demás líderes mundiales. La interpretación de Keri Russell le añade su encanto innato y una comedia física deliciosa . Russell comenzó su carrera adolescente como bailarina además de como actriz y en este personaje algo muy sutil en su forma de moverse presta su ligereza a unos sofisticados diálogos. No hace falta desvelar los entretenidísimos giros que esconde esta temporada, pero se mantiene uno de los pilares más gozosos de la serie. La conflictiva relación entre los componentes de un matrimonio en crisis . El personaje de Kate está casado con Hal Wyler , también diplomático, antiguo embajador en Líbano e Irak. Ambos comparten una pasión desbordada por su trabajo, un conocimiento profundo de las relaciones internacionales o una dedicación laboral de siete días a la semana y veinticuatro horas al día. Hal es sin embargo un escorpión y en su naturaleza siempre va a estar utilizar su venenoso aguijón . Kate lo sabe, lo sufre en primera persona y no lo soporta. Pero eso no le impide reconocer el talento de su esposo y la originalidad de sus soluciones. Una pareja que se ama y se odia, que se respeta y se sabotea, que se admira y se menosprecia hasta el punto de crear una codependencia insana no es una pareja que se vea en televisión todos los días y es una pareja espectacular. Fuegos artificiales que deslumbran y queman. El británico Rufus Sewell da la réplica a Russell con una actuación con luz y también con un toque de humor en su mirada que le sirve para su lado de pícaro encantador y para el villano. Todo sin duda gracias a la creadora y guionista Debora Cahn . “Creo que Debora Cahn es un tesoro nacional”, dice de ella su actriz principal , Keri Russell. La mente tras la serie está avalada por una carrera sin mácula, en la que se encuentra su debut nada menos que en El ala oeste de la Casa Blanca , donde ya ascendió de guionista a productora. Entre otros trabajos a la altura fue la principal responsable de las dos brillantes temporadas finales de Homeland . Sirvan estos dos empleos como ejemplo de su capacidad para escribir sobre política y relaciones internacionales , además de desarrollar personajes apasionantes. Cahn tiene lo que hay que tener para mantener una serie excelente en su mejor nivel durante varias temporadas. Ya está firmada la cuarta , que se empezará a rodar en breve pero no podrá verse hasta dentro de aproximadamente un año. Como serie profesional, Cahn reivindica la labor de los servidores públicos de la diplomacia que dan lo mejor de si en contextos muy delicados. La serie no es tan utópica como El ala oeste , pero combina cierto cinismo con una mirada idealista en cuanto a una alta administración llena de profesionales con talento y vocación. No solo la embajadora, varios de los empleados de la delegación son protagonistas también de la serie y a todos se trata con respeto intelectual , desde al ama de llaves hasta a la delegada de la CIA. En cambio, arriba, en la cumbre, políticos y políticas inestables, frívolos, ineficaces. Por la parte americana, el reparto vuelve a reunir a dos de los más queridos personajes de El ala oeste . Quienes allí eran C.J., la actriz Allison Janney , y Josh, el actor Bradley Whitford se unen al reparto. Además como otra pareja con su lado disfuncional. Por el lado de la serie política, las crisis que se retratan no pueden pretender reflejar el mundo surrealista en el que nos movemos. Presentan los hechos verosímiles en una situación política imaginaria pero que se hace creíble. Y como serie de pareja se introduce una dialéctica feroz que recuerda a algunas de las mejores comedias del Hollywood clásico. Especialmente a Luna Nueva , de 1940, de Howard Hawks, en la que una pareja de periodistas se atraen y traicionan y a La costilla de Adán , de 1949. Esta película de George Cukor, escrita por Garson Kanin y la además memorable actriz Ruth Gordon, lograba una cumbre de la lucha de sexos con el conflicto entre una pareja de abogados en torno a un caso de violencia conyugal, con lo que el problema se abordaba por partida doble. La diplomática bebe de los tres tipos de argumentos, los de oficina, los políticos y los de pareja y los combina en una forma inteligente, sin renunciar ni a la gravedad ni a la efervescencia, porque nadie dijo que salvar el mundo desde un despacho tuviera que ser aburrido.