Algunos periodistas buenos

Enfrentados al “dilema moral”, los periodistas que insisten en exculpar al fiscal general podían haberse ahorrado los muchos sinsabores de un juicio como este, acogerse desde el principio al secreto profesional y no entrar en más detalles sobre su trabajo. Pero no se han escondido, han dado la cara, y hasta alguna lección de cómo se elabora una información La verdad, un obstáculo para el dogma Nos encantan las películas de juicios, vibramos con esos abogados astutos que sacan de sus casillas al acusado hasta llevarlo a una contradicción, encuentran vericuetos en viejas sentencias, llaman a declarar por sorpresa a un testigo inesperado, y dicen muchas veces “¡protesto!” y “no hay más preguntas, señoría”. Hemos visto mil veces Algunos hombres buenos , y cada vez nos vuelve a encender cómo Tom Cruise acorrala a Jack Nicholson : “Responda, coronel, ¿ordenó usted el código rojo?”. “¿Quiere respuestas?”. “¡Quiero la verdad!”. Son solo películas, llenas de clichés y donde los guionistas se toman muchas licencias para hacer apasionante un mundo tan rígido e ilegible como el de la justicia. La realidad suele ser más gris que el cine. Pero de vez en cuando un juicio nos saca de la modorra. El que se sigue en el Supremo contra el fiscal general del Estado, por ejemplo. No hay alegatos épicos, puñetazos en la mesa ni jueces llamando a los abogados para que se acerquen y reconvenirlos. Ni falta que hace. La pasión en este juicio la ponen unos protagonistas poco habituales: los periodistas. El primer “periodista” en declarar fue un tal Miguel Ángel Rodríguez , que arrastró por el barro la profesión al afirmar que él, en tanto que periodista, no necesita fuentes ni compulsas notariales, ni está obligado a decir verdad. También testificaron varios periodistas que en aquellos días le compraron el bulo a Miguel Ángel Rodríguez y publicaron su mercancía podrida. Ahora se excusan con que no tenían toda la información, y recurren graciosamente al comodín del secreto profesional para no dar más explicaciones por haber publicado información falsa. Pero también hemos visto en el juicio a algunos periodistas buenos. No solo buenos periodistas, que ya lo demuestran en su trabajo; además periodistas buenos, en un sentido no solo profesional sino también ético. Periodistas que, enfrentados al “dilema moral” de que un inocente acabe en prisión -que tan bien expuso nuestro compañero José Precedo-, insisten en exculpar al fiscal general. Ya lo hicieron durante la instrucción , aportando mensajes y correos, acudiendo incluso a un notario para dar fe, y ahora lo reiteran en el juicio . Eso les honra, porque podían ahorrarse muchos sinsabores, acogerse desde el principio al secreto profesional y no entrar en más detalles sobre su trabajo. Pero no se han escondido, han dado la cara, y hasta alguna lección de cómo se elabora una información, tal como hizo Precedo. Estos periodistas buenos, de varios medios -elDiario.es, El País , la Cadena Ser y La Sexta-, tienen estos días que aguantar el mal trago de pasar por una sala del Supremo -pleitos tengas, dice la maldición-, soportar interrogatorios de abogados acusadores que ponen en duda su profesionalidad o insinúan connivencia con el fiscal, arriesgarse a ser acusados de falso testimonio, y ser diana de ciertos columnistas y tertulianos -compañeros de profesión, mira tú- que estos días menosprecian, cuestionan o hacen burla de sus declaraciones. No sabemos si el fiscal será condenado o absuelto, ni si serán decisivos estos testigos. Pero en tiempos en que la polarización política es también mediática y convierte a tantos periodistas en infantería de uno u otro bando; habituados como estamos a periodistas manipuladores, al servicio de otros intereses o directamente canallas; nos reconcilia con la profesión comprobar que sigue habiendo periodistas buenos. Gracias.