Mazón, penúltimo embuste de un novio cadáver

El president en funciones no contestó ninguna de las concretas preguntas que le hicieron en su primera comparecencia tras anunciar su dimisión. Llegó cariacontecido, pero acabó surfeando la espuma de la soberbia: "Aquí estoy, dando la cara", dijo con toda la ídem Mazón evita aclarar la cronología de la tarde de la dana: “Sabiendo lo que sabemos ahora la comida no se hubiera producido” Carlos Mazón bajó a la sala de comparecencias de la comisión de investigación de la dana en Les Corts como la novia cadáver del cuento que Tim Burton convirtió en película. Pese a estar políticamente muerto –su sucesor, Juanfran Pérez Llorca, había sido tocado por el dedo de Feijóo dos horas antes– apareció por un pasillo despejado por la seguridad del hemiciclo, pasó por delante de una treintena de focos y periodistas, con paso firme y orgulloso se sentó en la tribuna, como haría un president en funciones, esas de las que se autoquitó aquella tarde en el Ventorro. Allí, con una cara inicial de descoloque que fue recuperando hacia la soberbia conforme pasaban los minutos, se apropió del anillo de bodas ajeno, una alianza de la que ha sido despojado por la sociedad desde la indignidad del funeral, y dedicó una sesión que estaba pensada para dar explicaciones a otros en un epílogo sobre su legado. ¿No era él acaso el novio en la boda, el compareciente, el molt honorable? Añadió algo nuevo esta vez: la culpa era de Pedro Sánchez, pero además él, el aún president Mazón, era el único decente, el que había asumido responsabilidades. “Aquí estoy, dando la cara”, dijo con toda la ídem tras diez versiones de la tarde que se cogió libre pese a los avisos que le daba por teléfono Salomé Pradas. Mazón, que hablaba en la calidez de una sala forrada de madera mientras en la calle, a las puertas de Les Corts, un coro de víctimas que no fueron autorizadas a entrar lo ponían en solfa (“Inepto y criminal”, “Mazón a prisión”), demostró que sigue sordo a la calle y ciego al sumario judicial. Abundó en que nada era cosa suya. Se llevó como acompañantes a su último acto magno en València a su núcleo duro –emboscado desde las 14 horas en un parlamento blindado– y un boli bic azul, al que obligó a hacer todo tipo de acrobacias cuando las preguntas de la oposición (descontando a Vox) le incomodaban o herían. Pérez Llorca estaría saltando de alegría al ver la 'dureza' con la que el representante del partido de Abascal preguntaba a Mazón, porque la malicia de la pregunta contra el president en funciones se podría considerar directamente proporcional a las dificultades que van a poner los ultra al futuro president del PP. Cero. Todo era culpa del “ruin relato de la izquierda”, “la información errónea de Aemet” o de “Miguel Polo”. Mazón suspiró, porque encontró ahí la comprensión que le hacía falta y que nadie, ni en su partido en Madrid, considera que le ha dado. Mazón tocó “mare” con Vox. El diputado de su partido, el popular Fernando Pastor, decidió directamente no preguntarle nada al compareciente y preguntarle cosas diversas a una diputada de Compromís, que puso cara de póquer. Víctimas de la dana, a las puertas de Les Corts durante la declaración de Carlos Mazón en la comisión de investigación “¿A qué vienes hoy aquí? ¿Por qué no vas a la jueza y no dejas el escaño? ¿Puedes decirme por qué seguiste en El Ventorro?”, le espetó Joan Baldoví, que hizo preguntas sencillas de maestro y se dejó olvidado a propósito el “usted”. José Muñoz, del PSPV, remachó pidiendo la factura de El Ventorro o el registro telefónico que aún no se ha aportado. El president en funciones miraba a sus interlocutores a veces con displicencia, otras con paciencia y otras con la cara con la que miró a aquella mosca molesta e insistente en el vídeo de Alicante que le hizo viral. Se mordía el labio como quien diría tanto y no puede. Negaba en silencio con la cabeza como quien es víctima de los más viles vilipendios. Cuando le llegó por fin el turno de responder a tantas incógnitas que aún quedan por despejar, en la sacrosanta casa de todos los valencianos, abrió una carpeta y leyó más de 20 minutos preparados del mismo relato –o “autoficción”, que dijo la jueza– que ha presentado ante los medios, en entrevistas, en comparecencias y en su dimisión. La tragedia fue culpa de las agencias estatales, él estuvo conectado y él no tenía que gestionar la emergencia. No contestó a ninguna de las preguntas concretas que se le hicieron. Quién sabe si porque la presidenta de la comisión, de Vox, había advertido al empezar de que tenía que dar información veraz, so pena de que se le aplicara el código penal. Mazón –que tendrá que comparecer el próximo lunes en el Congreso– se fue creciendo durante la hora y pico que duró su intervención, con la misma rapidez y porosidad con la que coronó y mató su legislatura y puso fin a su traumático paso por una València a la que considera cruel. Se vio president por sorpresa en 2023. Se miró y se vio importante. Se creció. Eligió a un grupo de personas que le confirmaron lo importante que era y, en lugar de ponerle ventanas, le pusieron espejos. Se desentendió de gobernar y cambió ese pesado verbo por la alegría despreocupada de representar e instagramear . Murió políticamente. Surfeando la misma espuma estéril y con la misma rapidez se vino arriba en su última comparecencia. De cara compungida a disparar lemas y desentenderse de la tragedia con un discurso mediocre y sin empatía. Con la misma premura liviana salió por la puerta y será olvidado. ¿Qué más tengo que daros?, parecía preguntarse un hombre que ha varado a sus conciudadanos en un 29 de octubre de 2024. “¿Por qué solo yo debí cambiar mi agenda?”, llegó a preguntarse mientras seguía buscando mentalmente a aquella mosca que lo hizo rey en el planeta de los memes. La comparecencia política en Les Corts fue estéril para sacar más información o una sola verdad, que ha quedado asilada en los autos de la jueza de Catarroja. Mazón salió como entró, convencido y fan. Ni las preguntas directas ni los gritos de la calle que se colaban por los vetustos muros del poder legislativo valenciano le van a hacer devolver el anillo, que le cayó por accidente y que, ni muerto va a devolver. Él no ignoraba nada porque nadie le avisó. Pero obvia que el ignorante no es el que sabe poco, sino el que no es consciente de lo poco que sabe.